Gritodepoetaanónimo

Poesía y Cuentos


ndo - F.N. Campos(Selección de Arteuna)

IMSOMNIO

Estoy frente al vidrio empañado del ventanal, fumando, con los ojos vidriosos, en una profunda noche de invierno, son las tres o cuatro de la mañana, con el dedo dibujo la letra "A.."y el vidrio descuelga sus primeras lágrimas delicadamente, antes de continuar la palabra, recuerdo un invierno lejano, en el que pasada la media noche hacía lo mismo que hoy para no dormirme. Nunca me gustó dormir. Un miedo espantoso me sujetaba a estar despierto el mayor tiempo posible, dormir era como morir un rato.

Recuerdo, primero me quedaba boca arriba, pensando cualquier cosa del día o de mi infancia, para que todo estuviera bien vivo. Mi sueño se tornaba cada vez más liviano, mis nervios como enredaderas ramificadas se aferraban a los muebles y el más mínimo ruido (cualquier excusa de los sentidos) me volvía a la vida, a una lucidéz fantástica de horas. Pasaba días inconmensurables sin dormir, escribiendo,fumando, tomando café. Llegado el momento, efectuaba el "ritual", me paraba frente al ventanal, contemplándolo, intentando resignarme, escribía la primer letra de una palabra en el sudor tibio de su cuerpo húmedo, recordaba algo antes de poner las restantes, como los niños cuando sujetan algo con todas sus fuerzas para no perderlo, luego apagaba el último cigarrillo y lentamente me sumergía en la cama como una ceremonia mortuoria.

Con algunos meses de práctica, había adquirido un dominio tal que pasaba semanas gloriosas de puro insomnio, durmiendo unos pocos minutos lograba asirme a la realidad sin apegarme al condenatorio sueño, luego fueron meses, hasta que no se por qué mecanismo del empeño logré no dormirme más. Comencé a escribir infatigablemente, a construir recuerdos y tener presente todo lo vivido, los lugares, las cosas, las personas, las charlas, los sonidos; y durante tres inviernos me construí omnipresente. Un confort incomparable a cualquier virtud. En el transcurso del cuarto invierno estaba terminando de escribir algunos de mis últimos cuentos favoritos, la historia del fin, el hilo de plata de baba de la babosa y el insomnio de Raydmung Flieger.

Luego llegó el quinto invierno y empecé a salir, ya había terminado mi tercer libro de cuentos "La sangre de los inmortales". En el sexto comencé una transición, algunas noches me recostaba en la cama sin sentido y me envolvía en la sábana que se volvía áspera a mi presencia; lo que me llamó un poco la atención; terminando este invierno una duda molasta que alejaba de mi pensamiento, me perseguía como en esas noches en las que caminando por una vereda silensiosas sentimos que alguien está tras nustros pasos. En el séptimo invirno lo comprobé era imposible dormirme, ni siquiera un segundo, sólo lograba quedarme boca arriba miraando las imágenes que formaban las manchas grises de la humedad. Transcurrido el octavo invierno, parecía que siempre era invierno, los días eran siempre lunes o jueves, los meses eran siempre agosto. Mi fanatismo de lucidez había llegado a un grado extremo, necesitaba dormir, soñar cualquier cosa, estar ausente por unos instantes, era como una esponja saturada de agua y grasa que ya no puede retener más, mis sentidos estaban como lastimados, sensibles atodo lo que ocurría, hasta el más mínimo detalle, una gotera o el desgranarse los segundos del reloj a péndulo (eran estallidos interminables); la eterna realidad me exasperaba como una viruta de acero en las pupilas. Las imágenes de los personajes de mis cuentos que había creado en mi cabeza se presentaban y repetían sus ideas y sus palabras durante horas. En el noveno invierno repetí el viejo ritual que hacías antes de ir a dormir; todas y cada una de las noches, tal como lo hago hoy con esta letra "A...", pero era totalmete inútil.

Imposible desagotarme; durante horas el ruido de una cucharita cayendo en cámara lenta y estallando en mosaicos simétricamente alternados en blanco y en negro; una voz de ultratumba que me dice cuando me hamaco en el columpio (que se va poniendo verde de musgo)cuidado no te caigas, cuidado no te caigas...El décimo invierno lloraba un sudor de ventanal mil veces repetido. El mismo fragmento de una música clásica y ésos violines durante días. El décimoprimer invierno fue inoportable, iba a las estaciones de trenes desde las cinco hasta las ocho o nueve de la mañana, para ver a la gente arropada que exhalaba vapor, con los ojos llenos de sueño; me batía en una congoja desesperada. En los hospitales espiaba a través de las ventanitas de cristal cuadradas, a los pacientes sin visitas. Algunas noches me adentraba en los cementerios y caminaba por los pasillos intentando que un poco de olor a muerte se me impregnara en los poros. Una cobardía a la muerte, me sujetaba a ser la vigilia de los muertos. Ni las drogas lograban darme un sueño de verdad, uno natural, uno que fuera mío, sino un sueño comprado en la farmacia, un sueño más despierto que Dios, que me decía "estas vivo".

Al fin lo comprendí, estaba demasiado vivo.

Me han bastado trece inviernos frente a este vidrio empañado para poder poner la palabra "...dios".

 

M.A.R

 

TRISTOLOGA CRUZ

..."A fuerza de tanto tristear

se te han disecado hasta los pómulos,

y las manos y los pulmones

se cubren de musgo

y sucumben por fin

al hambre de los caracoles

justo cuando ibas a darte cuenta

que el mundo es, solamente,

una gran embocadura sin fin."

Argumentó Tristóloga Cruz

para ponerse a salvo de sí misma,

ya que no tuvo el buen tino de morirse

ni siquiera de pena.

Entonces, no hubo puta más mansa,

pues regaló su cuerpo

para que lo destrozara, de una sola estampida

la impiedad del tiempo.

 

L.F

 

RIMOT

Rimot despertó

a una hora indefinida.

Intuyó en sueños

que recibiría un regalo.

Al abrirse de alas en la ventana,

comprendió:

Una noche abundante,

impúdica y hermosa como pocas,

se ofreció integra

para que sea él,

el primero

en lamerle la luna.

L.F


 

CADENAS DE SANGRE CALIENTE

Para que mi cuerpo ocupara el mínimo lugar,

tuve que mirar al cielo,

te encontré buscando recuerdos

en el lado oscuro de la meditación.

Debió pasar un tiempo largo;

Millares de recuerdos

revueltos por una maldad como

en este sur asqueroso

de incesantes locuras.

Los míos debieron aceptar

que mi alma sea opaca,

alzar sus miradas para comprender

que no podía olvidar nada,

y yo, debí separar de mí

el recuerdo

abierto en mi asombro:

las cadenas de sangre caliente se cortan,

y yo, parado en un círculo

de lástima y agua.

Para que mi voz sonara mejor

debí perseguir la verdad

de los años pasados,

robar realidades, trepar corazones

cada vez que la sien lloraba.

Debieron pasar un montón de años

para que yo, la raíz de esta planta de pétalos arrugados

supiera la historia y me llamara: INOCENTE.

 

F.N.C

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