ELDA CERRATO

Por Marta Traba.1978


Los dibujos de Elda Cerrato son, aparentemente, actos de acabado virtuosismo: notable manejo del lápiz, observación penetrante de los detalles, capacidad para definir y explicar mediante una técnica que podría resultar limitante. Pero, aparte de esas cualidades formales, que son evidentes y suscitan una inmediata simpatía por su trabajo, lo fundamental es qué intenta hacer con estos recursos tan finamente elaborados. Ahí es donde hay que empezar a ver sus recortes, no como aberturas o espacios complementarios, sino como verdaderos signos, descargas de sentido, comunicaciones intelectuales complejas y ambiciosas. La estructura del dibujo sostiene, como un andamio, una rica transmisión de ideas. El primer síntoma de esa sagacidad que a primera vista se tomó por inocencia, lo dan, por supuesto, los recortes donde se enfoca lo que quiere señalarse particularmente: es un argumento bastante frecuente en el arte actual, donde, bien sea por líneas, marcos transparentes, cuadrados o círculos, se reclama la fijeza de esa mirada distraída que va y viene por la obra de arte satisfecha únicamente con los placeres sensoriales que pueden derivar de ella. Al producirse estos señalamientos, que separan y subrayan determinado motivo de la obra, se produce el asalto positivo a la razón. El espectador debe dejar a un lado el placer, y observar y comprender. Este recurso es de difícil uso, justamente por lo obvio. El recorte debe ser necesario y no gratuito, porque se desliza peligrosamente hacia el truco. En el caso de los dibujos de Elda Cerrato, el recorte no solamente es necesario, sino que transforma el resto en un marco virtual de referencias, algo así como esos espléndidos e inmensos marcos coloniales que, al fondo, guardan una diminuta mano pintada. Los dibujos de Elda Cerrato se emparentarían, por la atención que presta a los significados y el deseo que lleven al espectador a desarrollar un razonamiento, al arte conceptual. Sin embargo trabaja con la obra terminada y no con el proceso, aun cuando le haya quedado el deseo de señalizar y transformar en carga semántica la fuerza decorativa del arte.

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