1

2

 

LuisFelipeNoé


Prologo

El tiempo- eso que el diccionario define como "duración de las cosas sujetas a mutación"- y la extraña sensación que suscita, constituyen el hilo conductor de mis obras recientes en este fin de milenio; hilo que une dos series en una sola. La primera de ellas -"Recuerdos del olvido"- de 1998 y centrada en lo que nos queda del pasado tanto colectivo como individual, se transformó en otra a partir de una obra llamada "Tiempo de descuento". Este título bautizó en consecuencia la nueva serie realizada este año, referida al presente que se va quebrando en futuro, pero acarreando consigo el pasado. Es así que en esta muestra, bajo el nombre complejo de "Recuerdos del olvido en Tiempo de descuento", lloro y sonrío este fin de siglo.

El partido para mí- nací en 1933, año en el que subió Hitler al poder- y para los de mi generación se extenderá algunos años más, espero. Pero el tiempo hoy, está suspendido para todos. Este es el tiempo de descuento.. Así como el siglo XX comenzó la primera guerra mundial y no en 1900, aún faltan años para el real inicio del siglo XXI. Y no hay que precipitarse y dar por terminado ni muerto nada, y menos respecto a las cosas del espíritu que es lo único que nos salva.

En un momento en el cual no pocos dentro del mundo del arte hablan de la pintura en tiempo pasado, yo la practico creyendo que lo nuevo nos revelan los cambios tecnológicos reside ante todo en la concepción y visión del mundo, más allá del medio que se utilice para manifestarlas. No se trata de formular lo nuevo con una concepción antigua- algo así como los primeros automóviles concebidos como coches tirados por caballos- sino, por el contrario, de asumir nuestro tiempo con todas las posibilidades que tengamos a mano. Así también sean pinceles. Asumir nuestro tiempo, en este caso, por medio de la imagen y, naturalmente, desde el único lugar posible: desde el que mira, ya que se trata de un lenguaje visual. En consecuencia estas obras son panoramas que incluyen al que exterioriza la mirada.

Paradójicamente en la pretendida globalización las etnias se desangran y cuando por fin llega el reino del tiempo libre prometido en los años sesenta, revela su verdadero rostro: desocupación en la miseria o superocupación para lograr la mera subsistencia. Y, sin embargo, navegando, navegando por lo inmaterial, el mundo se nos mete en nuestras casa e invadimos- si queremos- la de los otros, haciéndonos los distraídos.

Es entonces que refugiarse en uno de esos otros transportes que son los lenguajes artísticos- como, por ejemplo, la pintura- sirve para presentar hoy día otro tipo de paisaje humano finisecular. Lo hago con escepticismo pero también con cierto optimismo, porque mientras haya color hay esperanza. Porque el color es neutro, adjetiva, y en toda adjetivación hay una apuesta. Lo hago con todo lo aprendido en mis décadas de pintor -los sesenta, setenta, ochenta y noventa-. Por lo tanto lo hago como si dirigiera una orquesta compuesta por mis pasados. Este es mi presente, o sea mi futuro.

<<

<c r i t i c a

 


© arteUna - Todos los derechos reservados. Registro a la propiedad intelectual N.706.777