capricho
solar
Pintor
y pintora tienen un planeta en común (Tierra), con algunas salvedades. El
pintor tiene su vida interior, su cuarto desde el cual ve el mundo
en general y el mundo vegetal en particular. Vive en una "periferia" boquense alejado del mundo
y se llama Fortunato (Lacamera). Los estibadores saludables de un puerto agonizante son
lo mas parecido que tiene a mano en relación al mundo de la actividad.
No hay cines. La pintora se llama Diana (Aisenberg) y tiene
una terraza a dos kilómetros en línea
recta en la calle de los cines (estamos en Buenos Aires), en un
barrio que mezcla lo residencial con lo comercial, en todo caso
bastante populoso, donde la paz es rara y la posibilidad de un "retiro" tiende a cero. Un kilómetro
incluye mil metros ; al momento de su creación el metro pasaba por
ser la diezmillonésima parte de un cuarto de meridiano terrestre;
después aunque el espacio aludido permaneció intacto, hubo que renegociar la definición(la
nueva definición es imposible de memorizar). En "su" terraza la
pintora registra las sombras
de las plantas sobre las telas
montadas en los bastidores con la colaboración del sol, estrella
que está a un promedio de 150 millones de kilómetros de distancia.
La vida de las estrella
es larga. Mas larga aun que la del arte y ni hablar de la vida humana . En compensación podemos decir que
en términos humanos el culto al sol en Mar del Plata( a 400 km de
Buenos Aires) lleva ya un tiempo respetable y de hecho ha contribuido a darle esta ciudad un simpático
sobrenombre. Del sol puede decirse que no ha cambiado mucho en los
últimos tres mil años, desde los tiempos de Akhenaton (faraón de
la 18- dinastía )que fue el primero que intentó establecer el monoteísmo
como religión, basándose en el culto al sol-dios Aton. Para las escalas de tiempo egipcias este intento de adorar al sol duró algo asi como
un pestañeo. Algunas representaciones de este pestañeo (18 Dinastía)
han llegado hasta nosotros, y muestran rayos de sol que terminan
en manitos. De vuelta en la terraza: En las partes en que rayos
de sol pegan en la hoja de la planta aparecen sombras sobre la tela.
La pintora
persigue estas sombras solo cuando aparece otro actor, el
viento, que mueve el dibujo
. "el dibujo ya está hecho, lo hace la manito del sol ; lo que
quiere la mano de la pintora es guardarlo." "Lo que hacen el viento
y la nube es recordarnos que nada está donde se cree que está y
nada es mas allá de ese instante en que eso es lo que es. No hay
donde volver, no hay retorno, por eso hay error".
El tiempo de que dispone la pintora para registrar el capricho del
sol es muy breve. Es un momento muy chiquito, un quehacer insignificante
sobre una sombra que no termina de dibujarse. A veces lo registrado
remite a una forma
simple (malvón)
a veces a una forma compuesta (malvón + rosa china).Hasta
las 3 de la tarde hay sol y se puede trabajar . Después de las 3
la sombra de los edificios circundantes empieza a interferir, formando
líneas en el piso y triángulos absurdos. En la periferia boquense estas sombras no son habituales
y permiten al pintor unas jornadas de tiempo completo que en la
terraza de la pintora están acotadas por mojones de la codicia inmobiliaria: una de las salvedades que mencionábamos
al principio del texto. Podría pensarse que el
capricho se autocompleta y una vez realizado no se puede
descomponer en partes. Sin embargo en los cuadros
negros (pinturas negras del sol) hay posibilidad de error, (como me
fue señalado en la cocina por la pintora en persona). Hojas demasiado
cortas, o demasiado largas, por ejemplo. Señalo al pasar que el
pintor también tenía cocina, pero no era su lugar,
era mas bien el lugar privativo de la mujer, la cocina. Después
la mujer se mudó a la terraza. Y el pintor se mudó a un lugar donde
ya no se puede consultarlo para nada. Se han señalado brechas y
diferencias entre ambos artistas, se ha sugerido un culto solar que puede actuar como lejano aglutinante . Después hay un
curioso juego
de enroques y traspasos que
no seria bueno pasar por alto. Nuestro pintor, una vez terminado
su cuadro no tenia dudas de que tendría un lugar en alguna casa , por la sencilla razón de
que la pintura en general tenía un lugar. El lugar podía ser la
entrada de un edificio, el living-room, eventualmente hasta un dormitorio.
En la época de nuestras pintora , sin embargo el lugar de la pintura como disciplina transmisora
de contenidos es bastante mas difícil de determinar y ni hablar
del destino final de sus productos, tópico en el que impera cierta
confusión, o al menos un "exceso de posibilidades". Una mezcla de
queja y sabiduría popular suele decir que los cuadros que todavía
tienen algún sentido como parte del mobiliario debieran al menos,
combinar con algún sillón. De ahí la idea de colgar en la muestra cuadros sobre un sillón,
aceptando las evidencia que nos entrega la antropología. Esta evidencia
no es todo lo negativa que una primera mirada, sobradora e intelectualoide,
podría hacernos creer. Un cuadro, mas allá de afirmaciones tremendistas
o esoterismos de temporada debiera ser un objeto que pudiéramos ver todos los días, que transmita su calor su núcleo
candente(el milagro de la personalidad) donde ha tenido origen,
a veces muy lejos del espectador,
y aún asi , en convivencia con nuestro cosmos doméstico.
presentación: animación: Martín
Kovensky / fotografías Raúl La Cava
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