AlvaroCastagnino 
    
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    artistas 
    de la galería . Juan Carlos Castagnino 
    . Nora Correas 
    
NoraCorreas
CORINNE SACCA-ABADI
 Nora 
  Correas despliega en sus obras temáticas utópicas cuyo eje principal reside 
  en una revalorización del mundo espiritual. Continuas referencias a lo absoluto 
  echan raíces en una reivindicación de la naturaleza vinculada a los orígenes 
  y en la búsqueda del sentido de la existencia humana en el universo.
  Entre otras cuestiones, la artista aborda el tema de los animales en extinción, 
  los efectos del abuso del poder, las problemáticas de la manipulación genética, 
  de la hipertrofia de la razón, y la soledad e incomunicación profunda entre 
  las personas. La búsqueda de belleza en su obra no está regida por los cánones 
  clásicos de la metafísica del arte vinculados a la buena proporción, la armonía 
  y el ordenamiento del caos. Tampoco agota su objetivo en producir una catarsis 
  emocional y mucho menos aspira a lograr la complacencia del espectador.
  El arte de N. C. apunta al rescate de lo verdadero, aunque la contemplación 
  de la obra resulte "inconfortable" y hasta pueda provocar reacciones de angustia. 
  En su planteo, la ética prevalece sobre la estética. La ética de la creación 
  es la búsqueda de lo verdadero, no como certidumbre del sentido de verdad última, 
  sino como vivencia genuina.
  Una experiencia artística puede ser "dura", pero si es verdadera, "despierta", 
  sorprende, conmueve y ... alivia. La artista pone en obra la incertidumbre sobre 
  el futuro del hombre contempo-ráneo, que deambula en una oscilación entre lo 
  infrahumano (representado por los insectos) y lo sobrehumano, (la espiritualidad). 
  La eterna lucha entre el bien y el mal se resuelve en la obra, en la aspiración 
  a integrar lo contradictorio. "Humano, demasiado humano", diría Zaratustra. 
  N. C. hace suyas las palabras del poeta Novalis: "Tenemos que asumir el todo, 
  sumar lo bueno y lo malo". 
Egresada de la Universidad Nacional de Cuyo en 1966, obtiene una beca del Fondo Nacional de las Artes y se traslada a Buenos Aires donde estudia pintura con Batlle Planas. En 1967, durante el embarazo de Javiera, su hija mayor, se interesa por el mundo de las fibras y las texturas, y orienta su primera actividad hacia un arte vinculado a lo textil. Su obra es polifónica. Los diferentes trabajos mantienen la unidad dentro de la diversidad de expresiones. La multiplicidad de líneas que adopta su obra a lo largo de años de creación continuada, forman una trama y luego una superficie reticulada, que se organiza como un mapa arborescente. Abandonó el tapiz plano inicial y le incorporó volumen, hasta arribar a la cons-trucción de esculturas blandas.
Entre 1970 y 1973 
  la artista dirigió un taller de tapicerías en Spraiado, una playa cercana a 
  Río de Janeiro, donde residía. Allí intensificó su cromatismo; luego, obtuvo 
  una nueva síntesis de ocres, tierras, rojos y negro. En sus viajes por América 
  Latina se dedicó a investigar las tradi-ciones del tejido indígena, especialmente 
  en Guatemala, México y Perú. El diseño textil practicado por la artista se inclinó 
  hacia formas cada vez más hete-rodoxas, alejadas de los convencionalismos del 
  género y derivó luego, hacia un arte objetual. Durante los años de la represión 
  política en la Argentina, 1976-1983, Correas realizó entramados en sus trabajos 
  que parecían articular pliegues y agujeros negros, metaforizando un entrecruzamiento 
  de vivos y muertos. (Esto no tiene nombre, 1981 y En carne viva, 1984.
  En 1986 construyó Penélope en el Centro Cultural Recoleta: un "environment" 
  de dimensiones monumentales. El tejido expresa una clara relación con el tiempo 
  y su transcurrir. Las Parcas eran caprichosas tejedoras de las vidas ajenas.
  La creación de la materia connota el universo femenino: tejer, urdir la trama, 
  entrelazar, anudar, son actividades culturalmente asociadas a aspectos mater-nales, 
  de creación y de sacrificio. Durante su trabajo, está profundamente conectada 
  con su interior en un estado de meditación creativa. Fluctúa entre mantener 
  la mente vaciada de contenidos, y desplegar una vitalidad urgida por un hacer, 
  espontáneo y febril. Otras veces, parece reconcentrada en su propia secuencia 
  de asociaciones, como quien imagina una historia, una dramatización, una puesta 
  en escena. El conjunto de su obra transmite grandes intensi-dades afectivas. 
  En tiempos de horror político en la Argentina, abordó la temática de la represión 
  y sus efectos en la sociedad. Con sus esculturas blandas, exentas de narración, 
  poetizó aquél texto del que no se podía hablar. La artista logra crear a lo 
  largo de toda su producción, imágenes viscerales, vinculadas a emociones básicas, 
  que reflejan su conexión con el mundo que la rodea.
A finales de los años '80 amplía su práctica artística introduciendo, con auda-cia, nuevos materiales. Reemplaza las fibras de lana por elementos rígidos: alambres, maderas, cueros, crines y vidrios. En 1989 presenta la serie denominada Cota, capa, casa, cosa, en la que los chalecos- armaduras parecen monumentos recordatorios de sucesos presenti-dos, entre confrontaciones tribales y rituales protectores amenazantes. En cada una de las piezas pareciera condensarse a la víctima y al victimario: son refugio y protección, pero cuentan con herramientas defensivas contundentes y hasta brutales. Su fuerza radica en la repetición de los elementos de-fensivos: los fragmentos de vidrios, o de juncos. El hábitat asegura la preserva-ción del cuerpo, es casa, caverna y chaleco. La casa deviene un significante sobredeterminado que marca las carencias del sujeto. Con su obra, ofrece una bisagra para la articulación de opuestos y complementarios: adentro-afuera, duro-blando, suave -áspero, brillante y opaco. El código binario confirma la lucha y la alternancia de predominio entre un polo y el otro. El arte de Correas expresa un profundo amor por lo ancestral y los orígenes, por lo primario y lo universal. Este arcaísmo denota la necesidad de recuperar lenguajes vinculados a vivencias tempranas. La artista establece una relación con la naturaleza desde su interioridad con su propio cuerpo y el cuerpo social metaforizado en un tono indisoluble. La obra genera una comunicación circu-lante entre las personas, los animales, y la tierra en comunión con el universo. A partir de 1986 la artista salió a conquistar el espacio físico con las instalacio-nes; obras en las que el visitante queda físicamente envuelto, y debe ser activo en la recepción de la experiencia estética.