HoracioSafons

 

¿Quién me dirá quién eres y quién fuiste?

Prólogo del catálogo de la muestra de Alfredo Portillos en la Fundación Banco Patricios
Premio de la Asociación Argentina de Críticos de arte 1995, rubro prólogo

¿Quién me dirá quién eres y quién fuiste?
La pregunta borgeana remite ineludiblemente a lo originario y en Portillos debe traducirse en ¿Quién soy y quién he sido?. Es el hilo conductor en un espacio encarnado en el devenir, en la irreductibilidad de las ausencias y de las presencias. Espacio transformable y transformador, en el cual los seres y las cosas son inmersos en una iniciación cuyas raíces también se encuentran en nuestro propio territorio interior.

Quienes conocen la producción de Alfredo Portillos han de tener presente tanto su sincretismo sin ingenuidad, traducido en imágenes que revelan el nexo entre los viejos y los nuevos mitos ("Viejos y nuevos mitos". Grupo CAYC, Louisiana Museum, Copenhague,1976), como su pertinaz insistencia en rescatar el rito como instrumento consustancial al Hombre.

Las tecnologias de punta no rozan siquiera el misterio de la Vida y más bien, hasta el presente, sólo han iluminado con terrorífico esplendor a una muerte indigna de nuestro género. El conjuro, la oración, la meditación, la letanía, el silencio o el gesto, son algo más que oportunidades para dialogar con los dioses, son los canales de aquellas pulsiones que nos llevan a interrogarnos a nosotros mismos sobre nosotros mismos. El rito en la obra de Portillos es una apuesta a la plenitud del sentido de existir. " El altar, la cruz, Ceferino Namuncurá, la lana, las ovejas, el petróleo, los videos que visualizan una ceremonia mapuche, constituye una gran escena en la que se verifica la rotura de la sucesión temporal. Portillos no sólo focaliza aquellos elementos que caracterizan la región, plenos de simbolismos, bisagras entre la multiplicidad de realidades que constituyen lo reaL, también interpenetra a la manera de las cajas chinas, extendiendo los espacios y los tiempos, que son a la vez uno y otros.

" Nos hallamos así ante una resonancia que evoca el nacimiento, practica el culto, sangra el sacrificio, aspira y espira asistida por un marcapasos cuadrangular, que le inyecta el suero multicolor del rito expropiado por las tecnologías de punta" (Horacio Safons, Grupo CAYC, (Patagonia), Galería Ruth Benzacar, Catálogo, setiembre 1988)

La obra de Alfredo Portillos no ha tratado con dioses solemnes, hieráticos, mayestáticos y mudos, ocupados en regular el universo . sí con dioses estremecidos, conmovidos de humanidad ( es decir con dioses conscientes ligados con y actuantes en la Madre Tierra). Sus asuntos están aquí, y el universo lo dejan para los formuladores de doctrinas. En la obra de Portillos , aún el dios cristiano, aún Buda, aún la filosofía zen, el hinduísmo, su formación jesuítica, el candomblé, lo judaico y lo protestante, se encarnan en una visión profunda del territorio, la región, la Tierra generadora y recipentaria de la vida y de la muerte y consecuentemente, se treansforman a su ritmo, a su reclamo y en su espacio...

Ha dicho Portillos: "Al revés de los mestizos y los hijos de españoles, que jamás participaron de los rituales indios, yo me entregué a todas las ceremonias de este pueblo. Rompí con la estructura europea, corté el cordón umbilical y acepté el elemento mágico de la Pachamama, La Madre Tierra. Como euroamericano, dí gracias a la Pachamama por haberme recibido en su seno.Y, al cortar el cordón umbilical con Europa, sin resentimiento alguno, comencé a sentir a la América Latina".
(Citado por Jorge Glusberg en "Del Pop-Art a la Nueva Imagen", páginas 197/ 198, Ediciones de Arte Gaglianone, 1985).

Resulta sí que con este historial en la mochila, Portillos nos pone ahora ante "Quién me dirá quién eres y quién fuiste?" una instalación inestable (término que apunta a consignar sus diarias transformaciones) y que ocupa todo el segundo piso de la Fundación Banco Patricios.

Y en este punto hagamos una aclaración previa. El conjunto de la experiencia artística contemporánea viene reclamando una emancipación de las categorías de la esteticidad y la belleza y una asunción más integral de la autonomía de producción de arte.
En esa línea Portillos, pide que nos despojemos de la mirada estetizante a fin de acceder a la comprensión integral de lo creativo, a lo inmanente des-plegado, por que su propuesta se dirige sobre todo a potenciar los afectos, proponer el sentir sintiendo, mostrar el devenir desbordado, recepcionar lo que el conjuro tiene de mágico, de ocultamiento y de revelación; fundamentalmente le importa que se concreten las pulsiones del ser, por que en ellas, en las maneras de evidenciarlas, en la potencionalidad originaria de los signos, se ilumina la esencia de los creativo y el sentido del cuerpo configurado. Y si, como conocemos, todo no está dicho en el decir, ni pensado en el pensar, ni puesto en el poner, el sentido inmanente debe ser iluminado también por el silencio (lo no dicho), la ausencia (lo no pensado) y el vacío (lo no puesto).

Portillos asume el rol de Chamán y de neólogo, antes que el de artista al uso, quiere un nuevo lenguaje, un gesto otro, una actitud diferente que sea digna del tercer milenio. Por su parte el espectador debe buscar antes que resultados, los cursos que Portillos imprima cada día a la instalación y como éstos lo conducen hacia nuevos ámbitos, otros territorios, múltiples vecindades.

Se intenta abordar el límite en que lo artístico contacta con la pulsión existencial, desde la puesta en escena de una estructura de interrelaciones sígnicas, que irradian una multiplicidad de configuraciones. Pulsión que en este caso, debe contener todo el historial de Alfredo Portillos y toda la comprensión sobrecogida, extraditada de la mirada que ha sido capaz de ver lo vivido y lo viviendo. Situaciones límites que no pueden aprehenderse desde el sólo lugar de la estética o de lo artístico que requieren ineludiblemente un cierto grado de iniciación y algún nivel de credulidad.

Portillos que ha venido invocando en toda su obra los poderes y el topos donde ancla lo mágico, remite, revela y desocultá allá y a lo cielo abierto su existir. Puede decirse que procesa la vivisección de su existencia. No nos dice sólo sobre la magia, los mitos y los ritos, sino lo que en él se ha consumado a través de ellos. En ese sentido, esta instalación no continúa su discurso, más bien lo rompe en busca de una plenitud de significado. Por tanto, con seguridad, los arquetipos (incluídos Duchamp o Beuys), son aquí algo más que referencias eruditas; con seguridad, este cúmulo barroco de pertenencias, memorias, olvidos, duelos, festividades y silencios profusamente diseminados, que no disimula las víceras, no aromatiza los humores y se despoja para ser presencia viva, compromete valores más altos y citas más profundas que las estéticas, toda vez que poner en escena el vivier personal, con sus vastas multiplicidades y significaciones, supone algún tipo de inmolación. Merleau Ponty dice que " los signos organizados tienen su propio sentido inmanente que no se deriva del "yo pienso" sino del "yo pongo". Poner: significar el lugar en que se pone.Topos como significación de un cuerpo. Cuerpo como inmanencia de un lugar, de una tierra. "Dentro de todos sus sentimientos y de todos sus pensamientos hay un dominador poderoso, oh hermano, un sabio ignoto que se llama Tú mismo.En tu cuerpo habita: Es tu cuerpo." Hay más razón en tu cuerpo que en tu mejor sabiduría" ("Así hablaba Zaratustra" Nietzche). Lo acaecido, lo que acaece y lo que acaecerá instalado como cuerpo metafórico que se ofrenda ante sí mismo y ante los demás. Portillos en su "yo pongo" pone genuinamente su yo.

Asimismo y a esta altura, conviene que el espectador esté avisado sobre algunas características de su participación. En particular el alto índice de probabilidad existente de que sus opiniones puedan ser tomadas al pie de la letra. Es posible que Portillos proceda de inmediato a satisfacer cualquier sugerencia (¿Acaso, expresa el artista,nuestra vida cotidiana no está permanentemente condicionada a la acción de los otros?) Por añadidura,el procederá por su propia cuenta a una modificación diaria y a un despojamiento paulatino en el que sólo el núcleo inicial y centralizador (la cuna) es peremne. Tanto para evitar que se cumpla el antiguo mito quichú de la asonada de los objetos contra el dominio de los hombres, como también para que la iniciación se concrete en términos de espiritualidad liberada, paulatina y consecuentemente, de mediadores. Así y al final todo dejará lugar a las Sombras (memoria difusa e intemitente), al Silecio (sonido profundo y maniatado), a la Medida (liberadora del miedo primordial) y a las huellas en la arena que son la mejor definición del Tiempo. En síntesis al cuerpo metafórico de Portillos y a su poética parábola desde el pañal al sudario.

Horacio Safons
San Fernando, agosto de 1995

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