EugeniaCabral
La almohada
que no duerme (Relatos)
Ediciones
del Boulevard, Córdoba 1999
Ilustración Juan
Carlos Chuljack
"En
memoria de Marcelo Gradassi, amante de la vida y de las formas"
INDICE
Bajo
la fria luz de neón
-Marcela la infiel
-Hasta que vuelva a salir la luna
-La pareja
-Sandra , la gata
-El cazador
-Cambio de planes
Misterios
del arte
-Perpetua, Rosarito y los misterios del arte
-Victor de L'Aveyron, el poeta
-Sueños de Breton
Toda
la soledad con que te amaba
-A solas
-Imágenes
-Tul de nylon
-Encaje español
-Temblor
Dolor
/ Ido
-Artistas al plato
-A cuenta de indulgencias
-Cruz del Sur
-Los colores del cielo
-Contradicciones de abril
selección ArteUna :
Sandra,
la gata
Sandra
era su nombre de guerra; al nombre real se lo conocían el ginecólogo,
el abogado, y la curandera.
Cobraba caro, tan caro como cobra la vida por placeres de segunda al lado de
los que Sandra podía ofrecer.
Ella decía:
- Del sexo se habla mucho, en todas partes, a toda hora y se fabula a cerca
de sus efectos como si se tratara de las virtudes de la aspirina; pero los hechos
en el dormitorio ( o la cocina, o el living o el baño) resultan otra
cosa.
Sandra lo sabía bien. Sandra sabía todo. Sandra era - a su manera-
muy sabia. Una sola duda la confundía: si los ojos azules se alejan sin
querer, por que se distraen y creen que son parte del cielo, o si lo hacen intencionalmente,
para hacerse admirar tanto como al cielo. El que a ella le gustaba tenía
ojos tan azules y lejanos, que era imposible averiguar nada.
Por eso, un día, Sandra, que tiene los ojos de un verde fosforescente
como los del puma en la oscuridad y por ello (especielmente) le dicen "la
Gata", comenzó a usar lentes de contacto azules: para jugar con
las mismas armas que la habían vencido.
A
solas
Las
paredes solas se llenan de imágenes espectrales como alguien que se queda
solo, al final de su vida, con los recuerdos.
Cuando estoy a solas siento el deseo. Si estamos solos él y yo, no lo
experimento. De cualquier modo, él es otra pesona y, delante de otras
personas, el deseo no acude. Esyar a solas es estar como las paredes, que apenas
recuerdan fragmentos de escenas. Y acude el deseo. A veces, recordando, mi mano
se desliza por mi cuerpo como si fuera su mano que ha cobrado vida y escapado
de la imagen de mi recuerdo. Al llegar a los muslos, siempre, mi mano-su mano
se detiene. me pongo boca a bajo en la cama y muerdo la almohada y le hundo
las uñas hasta que - relajada- el llanto me refresca y tomo conciencia
de lo que estuve haciendo y a la vez me calmo.
No sé por qué, desde hace un tiempo cuando estoy a solas robo
una medida de wisky de la botella que papá tiene pra invitar a sus amigos.
Voy a buscar hielo para el wisky por que hace bastante calor esta tarde. Sí,
es domingo, hace calor y tengo una soledad impotente por no alcanzar esa fuente
de manjares que la vida me ofrece y yo no sé si debo aceptar. Alguien
ha llamado a la puerta. Escondo el vaso en la heladera. Es Pablo. Hay un leve
sudor en su pelo y su piel. Huele atierra, o a calle o a sol.
Se da cuenta que estoy sola por que he puesto música a alto volumen.
Me aprieta los hombros y me besa muy hondo, formo un arco de la cabeza a la
cintura, me toma las mejillas y me mira sonriendo, está más dorado
y lleno de vida que nunca, también lo beso hondo, lo estrujo, crezco
en fuerza y en tensión, Pablo me envuelve la espalda en mi propio cabello,
me arqueo aún más hasta sentir que le estoy ofreciendo los pechos
y es verdad, se los estoy ofreciendo, y he ido alzándome en puntas de
pie hasta rozar mi pelvis con la suya y entonces la presión de sus manos
en mis nalgas para lograr que los sexos se acaricien es en realidad la culminación
de mi gesto.
No escuchamos el ruido de la puerta pero sí mi nombre, gritado por mi
madre.
Y ya no quiero oir más.
Me encierro en el cuarto boca abajo en la cama y muerdo la almohada y le hundo
las uñas hasta que el llanto me refresca y tomo conciencia de lo que
estuve haciendo y a la vez me calmo.
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