Este libro recupera, para quienes adoramos la época en que el poema estaba en la vida cotidiana, el gusto de las palabras por la invocación de la imagen.
El talento verbal de Raúl Santana recuerda la lírica de Galicia, aunque se diferencia de aquélla por su economía conceptual: el poema piensa. En la medianoche se acaban los pasillos/ y el espejo tantas veces mirado/ como un cuerpo verdadero / con suave resonancia se muda de lugar.
La escritura es un cuerpo, otro cuerpo habitado por el vacío que produce el lenguaje, por eso el espejo resulta ser un cuerpo verdadero.
Sería irrisorio pensar lo que el poema piensa, basta con llamar la atención sobre sus modulaciones. Paul Valery decía que se escribe con aquello que se opone al deseo de escribir; Santana ha frecuentado de manera constante la poesía y sus poemas son un diálogo con la poesía que ama, la que más de una vez nos trasmitió con su prodigiosa memoria.
Si un libro habita en lugar que inventa, aquí hay un nuevo lugar en la poesía argentina.