"Lo
que pasa con al mente es que no se ve"
"El
Submarino amarillo"
Alejandra Pizarnik
Solitario en el centro de una pequeña sala, un proyector exhibe
la imagen de una porción de alambre tejido, el mismo que ha
servido desustento a nuestros pasos desde el ingreso al recinto.
El título no es menos despojado que la obra: Setenta metros
cuadrados y su información. Sin embargo, por lo menos señala
una mirada, enfatiza el vínculo entre el objeto y su reproducción.
Uno podría preguntarse ¿Para qué presentar simultáneamente setenta
metros cuadrados de alambre y su información? ¿Acaso la información
no tiene por función reemplazar al objeto que nombra?
La tautología es una provocación para la razón práctica. La
proximidad del tejido metálico y su imagen fuerza la complementariedad
entre el objeto y su reproducción visual, confrontando nuestra
mirada con otra, paradigma de las formas de ver de nuestro siglo:
una imagen mecánica, la reproducción "objetiva" del mundo físico.
Este duelo de miradas sólo es posible gracias al extrañamiento
de la situación en que se produce la relación del objeto con
su imagen. Este extrañamiento desplaza el sentido de la obra
desde el hecho perceptivo al acto de conocimiento, en
el que entran en juego una conciencia que conoce y el
el tiempo en el que dicho conocimiento se produce. La
obra de Bony apunta a esta dimensión metafísica del conociemiento
ligada al tiempo, poniendo en evidencia, a su vez, la ironía
por la cual el medio utilizado para conocer conmociona al objeto
de conicimiento hasta transformarlo en un dato impreciso y dudoso.
Las diferentes formas de percibir una misma realidad ponen en
cuestionamiento el estatuto mismo de la información, la que
inevitablemente queda ligada a los medios y a las formas de
conocer de los que disponemos.
La voluntad por indagar en las interpretaciones del tiempo había
llevado a Bony, algunos años antes, a producir una serie de
cortometrajes en 16 mm que se presentaron en el Intituto Di
Tella bajo el nombre de Fuera de las formas del cine.
El título de la exhibición dejaba en claro la intencionalidad
de sus autor. Su práctica evitaba las categorías tradicionales
del medio para centrarse en uno de sus elementos constitutivos,
el tiempo, articulándolo con diferentes teorías y concepciones
filosóficas.
El Paseo parte de una concepción lineal del tiempo, sus ima´genes
buscan verificar esa linealidad, literalizándola a través
del paseo de una pareja reducida a un punto luminoso en la pantalla,
que atraviesa el cuadro de un extremo al otro, con un movimiento
rectilíneo y en tiempo real.
En El maquillaje Bony vuelve a trabajar sobre el tiempo lineal.
Pero en este caso, la concordancia entre el desarrollo temporal
y el de la acción- una mujer que se maquilla frente a cámara-
se quiebra cuando la acción retrocede - la mujer comienza a
desmaquillarse- mientras el tiempo avanza. (Esta posibilidad
de liberar la acción del tiempo en el cual transcurre, generando
una temporalidad independiente de la experiencia, volverá a
aparecer en Setenta metros cuadrados y su información a través
del "tiempo cíclico" del sinfín que introduce la imagen del
alambre).
Submarino amarillo supone un cambio radical en la relación del
acontecimiento con su temporalidad. El film está estructurado
obre un montaje vertiginoso de momentos de una acción- hombres
desnudos jugando en una playa- organizados arbitrariamente.
Con la ruptura de la linealidad, estalla también el acontecimiento,
para el que es imposible postular un comienzo o un fin, un pasado
o un presente.
La situación cinematográfica vuelve a extrañarse, poniendo en
evidencia- como en los casos anteriores- las condiciones que
permiten conocer y percibir, más allá de la tiranía de la imagen.
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