Los
trabajos que presentó Anahí Cáceres en la galería Estudio Lisenberg
bien pueden ser representativos de una tendencia que se desarrolla
con cierto vigor en nuestro medio desde hace algunos años. Nos referimos
a la que se califica genéricamente como corriente antropológica,
tendencia que agrupa una gran variedad de propuestas que van desde
los que adhieren a la iconografía precolombina a los seguidores
de Torres-García.
Dentro
de este espectro se puede ubicar a la artista cordobesa Anahí Cáceres
(1953), teniendo en cuenta la arbitrariedad de todo etiquetamiento.
Pintora, grabadora, dibujante y realizadora de objetos escultóricos,
ha realizado no pocas instalaciones y performances. Conceptualmente
parte de una relación estrecha con objetos de la naturaleza, ya
vegetales o minerales, a los cuales plasma en imágenes simples y
estructuradas. Las obras que ha presentado en esta muestra son pinturas,
objetos y dibujos y se puede observar un tránsito hacia una mayor
simplificación de las formas. Estos alcanzan casi el valor de un
signo en los que subyace la memoria vegetal, como ejemplo de ello
se puede mencionar sus cinco objetos escultóricos, realizados con
rama y papel hecho a mano. Si bien los materiales empleados no pierden
la cualidad que los significa, se transfiguran en signos que están
relacionados con recuerdos ancestrales, con lo que pierden su valor
temporal.
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