LeónFerrari


Escrituras 1962- 1998 Vida, Muerte y Resurreción del signo

Noé Jitrik

 

De la Serie "Escrituras"

En 1960. aproximedamente, León Ferrari empezó a indagar en lo que se convertiría, en los casi cuarenta años siguientes, en su gran tema, la letra, casi en el paralelo con indagaciones más filosóficas sobre el mismo elemento; él lo hacía sobre lo gráfico, el grafema, lo que daba lugar al grafismo, ejecutando en el lugar de la gráfica, a puro vigor de tinta, pluma, pincel, tela, otros en elmisterio de la escritura, otros en la relación que existe entre el trazo y el inconsiente. De entonces a ahora, mil modos de la letra, destruida, reconstruida, parodizada, recluida, atropellada, sesnudada, de la letra y se su atmósfera, dominan una obra que desbarata toda clase de convenciones, las de la pintura confortable, y de conformismos, los de una mirada redondamente satisfecha de lo que entra por los ojos.

Por la letra, la pintura de Ferrari se instala en un deleite corrosivo: lo que consigue, desde aquellos años afortunados a juzgar por lo que pasó después, hasta lo más reciente, es bellísimo pero al mismo tiempo siembra una inquietud, uno no se conforma con la belleza que, al mismo tiempo, puede ser en general siniestra si no se produjera otra clase de explosiva satisfacción... en el Sentido. Es un principio de subversión provocar esa inquietud y llegar al punto del sentido: entrega y sustracción al mismo tiempo, la letra está pero no se la entiende como la letra racional, como el tranquilo instrumento del aprendizaje del ser humano sobre sí mismo y sobre el mundo,su más allá está, se lo vé, se lo nota, pero se escapa por el embudo del deso que, perverso como es, no hace sino estimularlo, exasperándolo. Pero tal principio no gira en el vacío, no es una abstracción: opera,y en varios lugares al mismo tiempo; por ejemplo, obsecionarse con la letra en el grafismo implica sacar de su sitial a la palabra y , correlativamente, al discurso. Que es donde nos movemos con comodidad, ahí podemos analizar, juzgar y creer que hemos entendido por que hemos discurrido sobre lo que los demás discursean. Pero con ferrari no: en el punto en que el discurso cesa se levanta el punto en el que su delirante trazado va a otra parte, hasta un imprevisible lugar que funciona como el horno mismo en que se cuece el signo, que es lo,elemental el signo como relación entre una mano que traza y un brote de salida o de emergencia de la masa indifernciada que constituye el origen mismo de las cosas.

Así Ferrari, toma el signo entre sus lápices como el cirujano lo hace con un órgano vivo, lo deshace en su superficie trivial y descubre el magma del que sale pero también el hervor volcánico que le permite tomar su forma de signo. Y si vemos en orden la pintura de Ferrari, sacande de en medio la cronología y reordenándola según esta idea, podríamos trazar arqueológicamente, una verdadera historia del signo, con sus nacimientos, sus avatares, sus heroísmos, sus glorias, sus abyecciones, sus sueños, su caducidad, su espera, sus muertes y sus resurreciones. Podríamos ver en su reverso, el gran sueño de la humanidad en su fundamento y su caída. Por alguna razón que no entiendo del todo, el proyecto de Ferrari es cósmico, acaso por que, como dicen los crédulos de beuna fe, "Dios está en el detalle". Y Dios no hay más que verlo, es también la barrera en el pensamiento no tan secreto de Ferrari, es la idea de madre que no termina de destruir, hay mucha cuenta pendiente con esa entidad.

Y sin embargo, las cosas no terminan ahí; siempre hay un más allá, algo que apunta y se escapa pero que de pronto toma forma racional, se termina por comprender. Es esto: Ferrari intenta rescatar las virtudes del trazo en el espacio fuera del depósito del ruido que mil demonios acosados, ahí reprimidos pudieran estar haceindo, sin que se los vea ni se los oiga. ¿Qué es ese ruido, qué son esos demonios No es, creo, la tierra que tiembla ni los monstruos de la llanura o del mar; son, creo, algunas palabras que de pronto recuperan forma después de tanto hurgar en los signos y que significan de una manera brutal, inequívoca: la palabra ESMA lo concentra todo y, al hacerlo, concentra esos demonios y los reorganiza como ejecutantes de una orquesta agria, cuyos ruidos -lamentos e imprecaciones- atruenan los oídos e indican que, desde el fondo del tiempo y en lo más profundo y extenso del espacio, eso que llamamos "Dios" es una ausencia y que en su lugar está ocupado por inquisición, dictadura, desaparición, exterminio, nuevos dioses que se disfrazan de aquél.

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Página 12. 15 diciembre 2004 OPINION
La retrospectiva de León Ferrari

Por Fabián Lebenglik

Basta con asomarse a la retrospectiva de León Ferrari para comprender que se trata de una exposición artística. Allí, el visitante se encuentra con esculturas, objetos, dibujos, collages, instalaciones, assemblages, escrituras. Sólo por las condiciones formales y gracias al excelente montaje, con un planteo museístico actualizado, tal como se ve en los mejores museos del mundo, se advierte inmediatamente que allí hay formas y colores, mecanismos y desarrollos estéticos, todo realizado a través de muchos años –nada menos que durante medio siglo–, con gran oficio, dedicación y creatividad.
Hace varias décadas que la obra artística de León Ferrari coloca en primer plano la relación entre poética y política, entre ética y estética. Y buena parte de su producción se dedica a criticar a la religión católica como un sistema de control y administración de castigos para conservar el poder. A través de sus trabajos siempre denunció la tortura y se alzó contra la policía moral y la confesión religiosa. Su obra denuncia, de un modo cáustico y creativo, la violencia de Occidente y los mecanismos que generan esa violencia. La obra de Ferrari, en el plano de la ficción artística, muestra que la confesión religiosa y el tormento son la trama y el revés de trama de un mismo proceso histórico y cultural. Su obra ayuda a comprender que la tradición religiosa restringe la sexualidad a la noción de “carne” –a las “relaciones carnales”– y que especifica la noción de persona con la frase “persona humana”, abriendo la posibilidad de considerar la categoría de personas inhumanas. Estas son algunas de la puertas de entrada al abismo. Con la “carne”, con los cuerpos cosificados, sería lícito ejercer todo tipo de violencias. La obra de Ferrari critica la división binaria entre cuerpo y alma porque tal escisión no democratiza los cuerpos sino que los demoniza. El cuerpo pasa a ser pecaminoso si se lo compara con el alma y, por lo tanto, pasible de castigos que corrijan sus desvíos.
León Ferrari, desde sus esculturas, objetos, dibujos y demás producción artística, critica la pasión occidental por la crueldad y el crimen. No cualquiera tiene tal capacidad para denunciar –muchas veces con gran sentido del humor– a través de la creación de artificios. Ferrari es un artista que cree en la funcionalidad (esto es, en la utilidad) del arte. Y en este sentido siempre buscó saltar el cerco y el circuito de las bellas artes para generar conciencia y para lograr un efecto fuertemente crítico y transgresor. Varias de sus muestras, como la presente retrospectiva, consiguen exceder los suplementos culturales y secciones especializadas, para situarse como noticias de impacto en los medios.
Los intentos de censura y los actos violentos contra la retrospectiva de León Ferrari en el Centro Cultural Recoleta no se deben sólo a una interpretación algo literal de la obra del artista sino también a que se considera que la muestra es una provocación por parte de las autoridades de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires. Los ultraconservadores colocan esta muestra como un capítulo de una supuesta campaña a la que suman la Ley de Unión Civil y el proyecto de educación sexual, entre otras liberalidades escandalosas.
Desde que la ciudad de Buenos Aires logró su autonomía y por lo tanto la administración de sus recursos, que gestiona con independencia, ha generado una política cultural, así como una programación de muy buena calidad. Es decir: realiza una política representativa porque cumple con el mandato ciudadano.
Si lo que molesta es que la gestión cultural de la ciudad utilice los recursos públicos para organizar, entre muchas otras exposiciones artísticas, algunas de tono crítico, bueno sería subir la apuesta para conseguir que el Estado dejara de mantener, subsidiar y eximir de impuestos al clero, así las autoridades religiosas podrían sentirse máslibres de emitir opiniones e invectivas a su costa, evitando producir conflictos de intereses.



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