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JuanCarlosLasser


La clarividencia del instinto.
Fermín Fevre
Buenos Aires/ Carmel, abril de 1999.

La pintura de Juan Carlos Lasser es de una gran autoexigencia. Su identidad artística elaborada en un proceso de trabajo de más de veinte años lo sitúa dentro de la abstracción subjetiva y expresiva, a la vez. En la construcción de su obra Lasser atravesó, sin inquietarse por ello, las diferentes modas efímeras y pasajeras que se sucedieron, sin pausa, en ese transcurrir. Se mantuvo en esa exigencia de autenticidad y de búsqueda personal que lo ha caracterizado. Esta honestidad intelectual ha sido reconocida por quienes han seguido la trayectoria de este artista. Los premios y distinciones que ha obtenido certifican este reconocimiento. La exigencia de Lasser pasa también por el desarrollo de su pintura. Ha seguido un curso coherente, asumiendo riesgos en sus cambios, sin torcer los dictados de su búsqueda interior. En este sentido, hay que destacar que no ha efectuado concesiones de ningún tipo. En la configuración de sus abstracciones pictóricas, este artista logró crear un sistema compositivo, con una estructura propia signada, a su vez, por una acción dinámica del color. Ese empleo de la pintura como basamento de la composición ha constituido uno de los soportes fundamentales en la obra de Lasser. Un cromatismo expresivo, vital, que no cae en desbordes vitalistas, sometido a un control esencialmente plástico es, otro de los aspectos característicos de la pintura de este artista. En sus obras más recientes, tratadas, en algunos casos, con una materia ligera, las transparencias abren nuevos campos indicativos de un cambio importante en el tratamiento del espacio. Una pincelada más suelta, un gestualismo controlado, con colores y ritmos que dan dinamismos a las formas, producen imágenes que, en algunos casos se corresponden con una figuración larvada, reminiscente El desafío mayor de este artista está en rehuir esas asociaciones que podrían constituirse en apoyaturas visuales ajenas a su búsqueda esencial. Lasser es un creador en estado puro, que necesita generar formas nuevas, inesperadas, inéditas, configuradoras de imágenes fuertes, poderosamente ambiguas, intensamente expresivas. Encuentro a este artista situado en una dialéctica oscilante entre la destrucción y la construcción. Decía Nietzsche que había que pensar con el martillo en la mano, para destruir, permanentemente nuestras construcciones. En Lasser el proceso es inverso. Mediante la fragmentación de las formas intuye la posibilidad de una recomposición, como si el creador artístico fuera capaz de reelaborar la materia pictórica a fin de construir imágenes nuevas. Todo esto ocurre gracias a un proceso intuitivo- perceptivo, en el que interviene la imaginación. Ya Aristóteles consideraba que la imaginación reproductora era la que producía el goce más intenso. La acción pictórica de este artista se nutre, precisamente, de esa cualidad reproductora de la imaginación. Lo percibido vuelve transfigurado. En el caso de Lasser veo una actitud instintiva que él ha desarrollado y encauzado. La fugacidad de las sensaciones se encarnan en imágenes que constituyen una realidad nueva, generadora, a su vez, de otras sensaciones y percepciones en el contemplador. Lasser crea así una obra pictórica que estimula y activa al receptor de sus pinturas. La experiencia perceptiva del arte es notablemente rica ya que participa de un mecanismo de inasibilidad que es, finalmente, fuente de seducción y de deseo; de ese deseo insatisfecho del que la obra es sólo un medio para provocarlo. Con sus pinturas Lasser lo pone en evidencia, una vez más.

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