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NoraAslan


Premios de la Universidad de Palermo
Jorge Glusberg
Prólogo del Catálogo. Museo Nacional de B.A.Buenos Aires 1996

"Y en el 2000 también", la obra de Nora Aslan (1937) laureada con el máximo galardón del certamen, aparece ligada en cierto modo a su serie anterior de los Refranes Populares, donde insistía en el cuestionamiento de las apariencias y las realidades a partir de la revisión de viejos proverbios.

Por cierto, el tercer verso del tango Cambalache, estrenado por Enrique Santos Discépolo en 1935, no es un refrán pero ha terminado por serlo, tan hondamente se ha depositado esta canción en la memoria social.

Discépolo, autor de letra y música, empezaba por advertir que "el mundo fue y será una porquería", en "el quinientos seis y en el dos mil también", pero "que el siglo veinte/es un despliegue/de maldá insolente/ya no hay quien lo niegue". El siglo veinte es, en suma, un "cambalache problemático y febril". Seis décadas después, y al borde del 2000, Aslan recodifica las obseraciones discepolianas para hablar del mismo mundo.

Lo hace con una rigurosa economía de medios y una multiplicidad fértil de significados. Tomó cifras antropomorfas de un aguafuerte milanés del siglo XIX y también una ilustración del siglo XVIII. Con esta última -que muestra las jaulas de tortura en que se colgaba a los alquimistas que no lograban la trasmutación en oro de los metales inferiores-, Aslan ha elaborado, mediante la repetición de la imagen, una trama de fondo, ordenada verticalmente en fajas sucesivas y análogas. Sobre la malla, com si entrasen o salieran de ella, aparecen diseminados y fragmentados los símbolos antropomórficos: el número 2, un hombre arrodillado, y el signo 0, un acróbata que gira en distintas posiciones, arqueado el cuerpo y unidas las manos a los pies con un pañuelo. Así, el 2000 del título sólo puede leerse entero, aunque diminuto, en un ángulo bajo de la obra.

La trama de fondo, cuyos márgenes son arbitrarios, puede continuar en todas direcciones; de igual modo ocurre con las figuras. La malla es, pues, una inmensa cárcel, de la que no logra escapar ni siquiera el acróbata, emblema de inconformismo, del movimiento, en oposición al hombre arrodillado e inmóvil. Toda una parábola sobre la vida humana en estas cercanías el 2000, pero también sobre el arte como alquimia de la libertad.

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