GómezPájaro
El Muro de un largo desencuentro >> Miguel Briante Diario Página/12. 1990. "Pájaro Gómez, UNA TENSA SITUACION" Fabián Lebenglik Diario Página/12. 7 de Julio de 1992
"Ni corta ni pincha" 1992 Madera y Metal. 130 x 90 cm El costado filoso de los trabajos del Pájaro Gómez es el que los asemeja con armas. Pero a pesar de que toda arma es un máquina, simple o compleja, cuyo destino es la destrucción de los cuerpos, las máquinas del Pájaro no tienen como modelo a la guillotina o al garrote vil. Las suyas son piezas que congelan un momento de máxima tensión, pero allí se detienen, como un resorte tensado hasta el final. En esta maquinación de relaciones y materiales que aumenta las espectativas, cada uno de los mecanismos que construye el escultor busca un recorrido de tironeos y equilibrios, en el que se cuelan figuraciones anatómicas -que son parte del juego pero funcionan como dadoras de sentido-. Un mundo de relaciones complicadas en el que se emzclan metales como el hierro y el bronce, maderas, vidrios y cuerdas de acero. Todas las obras velan las armas, y todas invitan a poner el dedo en el lugar que se supone activará el movimiento. Todas construyen también un volumen ficticio, que se suma al propio, por que incorporan el espacio virtual que ocuparía el movimiento. Pero todo es quietud. TENSA CALMA, dirían los noticieros. El Pájaro Gómez, que divide su tiempo entre Francia -como realizador escenográfico- y la Argentina, también incorporó a esta muestra un nuevo volumen : la dimensión musical. Convocó al músico Osvaldo Montes, que ideó un conjunto de sonidos para cada obra. Así, detrás de cada pieza hay un parlante que simultánea o sucesivamente, emite esa suerte de plus volumétrico, que subrraya la doble vertiente - aparentemente contradictoria- humanística y tecnológica, que subyace en las obras de Gómez. Montes decidió procesar por computadora todos los sonidos relacionados con la construcción de las obras, incluído el ladrido del perro que hay en el taller del escultor, las máquinas, los vidrios rotos, los títulos de las obras, la conversación telefónica en la que acordaron el trabajo común, y algún bandoneón. La muestra está auspiciada por el Museo de Arte Contempòráneo (Galería Atica,Libertad hasta el 25 de julio). "El
Muro de un largo desencuentro" El "Salón de Escultura-Premio Jerusalen 1989" reunió más de ochenta obras y desde un punto didáctico es ineludible, por que las obras admitidas y los premios otorgados por los jurados Jorge Gamarra, Gyula Kosice y Enrique Romano, explican por qué los salones de esculturas oficiales suelen ser tan aburridos, o francamente prehistóricos. Sólo el tercer premio, otorgado a Pájaro Gómez -por un trabajo chico pero lleno de riesgo- deja pensar que hay cierta posibilidad de que alguna vez se premie el cambio. Un cambio que, en realidad, alentó -aunque escaso- en la muestra, con el realismo algo brutal de Vilma Villaverde (Kafka), la "estatua" de papel corrugado de Eduardo Decastelli (Planos II) la inquietante cabeza de Susana Beibe (Mirando al pasado)el rescate de ciertos símbolos americanos de Miguel Angel Velit (Fuerza Inka Nº 1), las curiosas obritas de Viviana Halpern (Perder la cabeza), la sutil alusión a las señalizaciones diarias de Claudio Florencio Renart y los ilusorios juegos en madera de Laura Lía Martorelli. Todas estas obras, y alguna otra que se olvida, podrían haber hecho que el premio Jerusalén se actualizara. El escultor Girardi, que obtuvo el segundo premio, no será tan inquietante como Gómez, que obtuvo el tercero, pero es mucho más vigente que la obra de Roberto D. Monteserin, que obtuvo el primer premio, con otro recuerdo de la abstracción que milagrosamente parece del siglo pasado. |
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