Marcelo Brodsky, “La camiseta”
curadora: Corinne Sacca Abadi
La
fotografía no tiene fin. La imagen que había conseguido
reconstruir, el retrato de mi hermano de los hombros para arriba detenido
en la ESMA resultó estar incompleta. Durante la visita que realicé
con Víctor Basterra al Juzgado Numero 12, donde se tramita la causa
ESMA, Víctor reclamó su derecho a revisar el expediente
para ver las pruebas que él mismo había aportado. El primer
expediente que vimos mostraba sólo fotocopias. Pedimos los originales.
Aparecieron.
Y la foto estaba allí, pero completa. De los hombros continuaba hacia abajo, hacia la cintura. Y se veía la camiseta. Una prenda desgarrada, irregular, básica. Una camiseta mínima, arrugada, envolviendo un cuerpo púber después de una sesión de tortura. Los hombros se ven jóvenes, cruzados por las tiras de la prenda. (los tiempos en la fotografía se superponen, continúan). La indefensión y al mismo tiempo la belleza de la juventud, asomando entre los trozos de tela tras la paliza. El rostro un poco desencajado, pero aún íntegro. La fotografía amplía, agrega información. Tiene pequeños detalles tan irrelevantes como reales. Permite vislumbrar los pasadizos oscuros que llevan a la pared contra la que se hizo, los ruidos de las cadenas arrastradas al caminar, los grilletes...(otra foto muestra las marcas en las muñecas de las cuerdas de amarrar, en una mujer joven, hermana de otro). El ligero abrigo que da la camiseta viste al cuerpo en su dolor, lo marca. No es un cuerpo desnudo. Recuerda el taparrabos de otro torturado, en la cruz. Y los pañuelos. Géneros blancos en lugares distintos, retazos. Me cuentan que hacía gimnasia en la celda, un espacio similar a un chiquero para criar chanchos - convinimos en la charla con Basterra-, con paredes de apenas un metro de alto. Un lugar rectangular, pequeño, del tamaño de una colchoneta, por el que apenas se podía asomar la cabeza. Allí mismo hacían lo posible por charlar. Una colchoneta que sólo tenía goma espuma y frazadas: ni forro ni sábanas. Lo mínimo, lo que se da a un esclavo, lo básico para subsistir y no morirse de frío, porque las sesiones debían continuar. Siempre me gustaron las camisetas. Cuando duermo me pongo una, más bien una remera. Esta es distinta, es la clásica, la del barrio, la del carnicero tomando mate. Encima –es de suponer- bastante sucia, con su olor pegado, y sus pliegues, sus sombras y sombritas en la fotografía, pegadas al cuerpo de mi hermano todavía vivo. Y una cosa le dijeron los nueve a Basterra, un día que consiguieron reunirse con él con la complicidad de un guardia “bueno”, asomando sus cabezas por el hueco de esos cuartuchos. Le preguntaron “qué será de nosotros”• Silencio. Víctor no sabía, no podía ni quería imaginar lo que sería. El había conseguido cambiar de escalafón: ahora era fotógrafo: lo necesitaban para algo más que para darle máquina. “Que no se la lleven de arriba, Víctor”. Eso le dijeron, los nueve, a oscuras. Que no se la lleven de arriba. Brodsky, Marcelo, Memoria en Construcción, La Marca Editora, Buenos Aires, 2005,
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