Cuando
llego a Paris, comienzo a realizar obras a partir de puertas y planchas
de madera que recupero en las calles. Yo traía al atelier aquellos
objetos que habían sido tirados, condenados a la basura. Después
comprendí que hacer aparecer aquello que estaba perdido estaba
íntimamente ligado a mi propia historia: el 11 de noviembre de
1977 cuando tenia 16 anos, durante la dictadura militar, yo estuve desaparecida
(secuestrada de la vida y arrojada fuera del mundo)
Desde Paris, pudieron surgir los relieves de una narración en
fuga, aquella de mi propia historia que en la Argentina yo no podía
ver. Pues siendo tan cercana, continuaba a existir como un punto ciego.
El pozo
“El pozo” era el servicio de informaciones, el centro de
detención y de tortura que funcionaba en la antigua prefectura
de policía, en el cruce de las calles Moreno y Urquiza, en pleno
corazón de la ciudad de Rosario. Desde noviembre 1977 hasta diciembre
de 1979, primero desaparecida, separada del mundo y durante los dos
primeros meses, para luego pasar a ser prisionera durante mas de un
año.
En 2004, retorno para realizar un film, suerte de viaje al corazón
de ese monstruo testigo de la devastación. La filmación
es un relato donde se encuentran, la exploración de ese lugar
atravesada por mi historia mas intima anudada con la de la Argentina.
Acercarme al fondo, reconstruir el sentido a través de la imagen;
encuadrando lo oscuro entrometiéndome con una cámara que
gira sobre su pie rotativo. Descubriendo ese lugar que en ese entonces
lo llamábamos “la favela” por su arquitectura bric-à-brac,
con sus habitaciones tabicadas e improvisadas para recuperar siempre
la mayor cantidad de espacio. A través de la imagen yo debía
reconstruir la relación entre ese lugar, verdadero « estado
de excepción» según las palabras de Giorgio Agamben,
y mi propio interior perdido.
Estractos
del texto Volver al lugar de la desaparición
Como
Kracauer lo explica en su Teoría Of. Film. The Redemption of
Physical Reality (1960) a propósito de los campos nazis, es necesario
y posible de tener en cuenta para la representación cinematográfica,
a condición de utilizarla como Teseo lo hace con su escudo-espejo
contra la Medusa. No se puede afrontar la Cosa sin mediación:
ella es enceguecedora y asesina, se debe atacarla a través de
sus reflejos.
….Julieta puede afrontarse a los reflejos: aquello que aparece
del agujero, de la puesta al secreto, de la infamia sobre la pequeña
pantalla de la cámara video digital que recorre el dedalo de
las habitaciones convergentes sobre la pieza central, donde se encontraba
el guardián. En una pieza, como las otras, un escritorio de maestro
de escuela: el lugar de los interrogatorios, los cables eléctricos
cuelgan. Desde el interior, comprendemos que se trata de un departamento
que da sobre una calle concurrida: lo entendemos en la banda -son los
autos. Pero, qué tan difícil es salir de ese lugar! La
cámara no termina de auscultar las piezas y de revenir sobre
ellas mismas, de la misma manera que la cobertura oficial (la Jefatura
de Policía hoy en desuso) es filmada y refirmada en el mismo
trayecto, no dejamos de retornar, estamos obsesionados por una Cosa.
Siempre las mismas fachadas, la misma habitación encarcelada
(por cuál registro secreto? ¿por cuál contabilidad?
Las listas de desaparecidos existen todavía?). No se estará
filmando, de otra manera, el lugar del reencuentro con el otro, el objeto
de amor: qué hacer mas que retornar allí donde se nos
ha puesto al desnudo?
Pero podemos hacer la hipótesis de la obra videográfica
por una singularidad, la misma función que esos aparatos técnicos
especiales (ni útiles, ni instrumentos, todavía menos
máquinas) que fueron inventados-encontrados desde siempre (por
la modernidad» : la perspectiva, la cámara oscura, el museo,
la foto, el cine, etc.) por restaurar la representación contra
la influencia de la Cosa. Y que el reto ha sido siempre el de relanzar
el tiempo inventando nuevas formas de temporalidad, no contra el inconsciente
que es indiferente al tiempo, mas, contra la compulsión de la
repetición, el destino, el tedio, el eterno retorno de los muertos-vivientes,
porque todo aquello es el anti-tiempo.
J.L.Déotte
enseña estética en el marco del departamento de filosofía
de la Universidad París 8. A cerca de estas cuestiones, él
ha publicado, en colaboración con Alain Brossat: L’époque
de la disparition (2000) et La mort dissoute, (2002) L’Harmattan,
en la collection Esteticas.