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Página 12 domingo 3 de diciembre de 1995

Hebe Bonafini y Sergio Schoklender primer reportaje conjunto
“¿Qué es si no un milagro?”
por Marta Sacco y Mónica Arredondo

Sergio Schoklender conoció a Hebe Bonafini hace casi dos años y luego, en las primeras salidas de la cárcel comenzó a trabajar en la informatización del archivo de Madres de Plaza de mayo, Ahora, ya en libertad condicional, vive con Bonafini y su hija Alejandra en su casa de La Plata. Aquí por primera vez, ambos relatan sus experiencias y sus puntos de vista, en un contrapunto permanente que empezó con las visitas de ella a la cárcel, con un mantel y a veces una cacerola de ñoquis.

“Parir un hijo es algo natural”, dice Hebe Bonafini a Pagina 12. “Por amor tuve a mis hijos y elegí el momento para tenerlos. Esta también fue una elección natural. Lo digo feliz de tener otro hijo más, al que acompañaré siempre.”
“Encontré en Hebe y Alejandra una familia a la que elegí y donde hallé un lugar como persona”, dice Sergio Schoklender. “Es muy importante sentirse respetado, sobre todo cuando el medio te señala como a la basura que no sirve.” Schoklender, condenado a prisión perpetua junto a su hermano Pablo, obtuvo la libertad condicional por la aplicación de la ley del dos por uno y comparte con la presidenta de Madres de Plaza de Mayo y su hija Alejandra la casa de la familia en La Plata.
Se conocen desde hace casi dos años. En febrero de 1994, tras un pedido de entrevista de Schoklender a las Madres de Plaza de Mayo, Hebe Bonafini comenzó a visitarlo. “En ese entonces -recuerda ahora- pensar en la libertad de Sergio era como esperar un milagro. Yo creo en los milagros. En las conferencias y charlas de las que participo, cuando hablo para la gente digo lo que ellos me provocan. Los miro, me miran y se quedan en silencio, para darme sus palabras. En ese momento lo que me pasa con las personas es un milagro de correspondencia. ¿Y que otra cosa que un milagro es ser la mamá de Sergio? Por todo lo que recibo de él, porque mi hija lo quiere como un hermano...”.
Ella no encuentra que Schoklender es una persona triste, pero halla triste su mirada en las fotos. Y aclara: “Sergio no esta remplazando a nadie, es un hijo más. Un hijo grande de dos años”. Efectivamente, para Schoklender salir plenamente a la calle después de tantos años en prisión, en muchos aspectos se pareció a un reaprendizaje. “Fue Hebe la que me ayudó a dar los primeros pasos en esta ciudad que asusta con el ruido, el transito y la cara de desesperación e impotencia de la gente en la calle. Cuando venían las madres a la cárcel veía en ellas algo enorme. Como un límite. El único límite ético que nos quedaba. La última esperanza. Eran la imagen de lo que no claudicaba, no transaba. Las que estaban dispuestas a caminar a contramano de todo, si fuera preciso.”.
Al principio, ella cuenta que el hablaba poco. Era reservado, casi impenetrable. Un buen día necesito saber más y le pregunto cual era su comida preferida y si le gustaban las plantas. Sergio le pidió una que estuviera e n su cocina. Ya en su casa de La Plata Hebe preparó una comida y Eligio la planta más grande que tenía para él.
-¿Cómo fue el primer encuentro?
-Nuestra forma de vivir y de pensar guardaban muchas semejanzas -dice Schoklender- . Me resultaba difícil creer que se acercaban a mí y no al caso policial. La mayoría de la gente me veía como a un bicho enjaulado. Suponían que cada vez que abría la boca era para pronunciar un discurso. Pero nadie me preguntaba como me sentía.
-¿Las cosas cambiaron a partir del permiso para salir a trabajar?
-Las cosas no se modifican en un día, es un proceso que empieza seguramente en 1981, y espero continúe. El cambio tiene que ver con venir de un mundo donde lo único importante sos vos, y tu ocupación principal mirarte el ombligo, a otro donde las personas sufren como vos, te necesitan y los necesitas. Es pasar de un mundo donde lo trascendente es el poder, el dinero y las apariencias, a otro donde lo importante es la solidaridad.
Dos veces por semana, Hebe le llevaba comida y almorzaban juntos. Traía de su casa el mejor mantel, los mejores platos y copas. Al poco tiempo reparó en que Sergio era la única persona a la que le dedicaba seis horas semanales. “Hebe cocina muy bien, y además los almuerzos implicaban romper el espacio más horrible, el de la cárcel, Poner una mesa con mantel y una comida rica y bien preparada podía modificar esa pequeña porción del mundo. Durante unas horas, ignorábamos a los guardias en sus narices, donde más les jodía.” Cuando Sergio le pidió que le amasara ñoquis ella se vino desde La Plata con una olla de pasta, salsa, queso de rallar y hasta un calentador para cocinarlos. “Yo venía de un mundo muy loco donde nada era importante -cuenta Schoklender-, porque estaba todo. Pero nada estaba hecho con amor, ni para mí. Después no me preocupé por la comida y las necesidades materiales. Pensé que si estaba dispuesto, a luchar tenía que acostumbrarme a comer raíces para sobrevivir en la selva. Hasta que un buen día ella llegó desde La Plata, cargada de bolsas y paquetes, sorteando el desagradable espectáculo de enfrentar a los guardias, para compartir lo que había cocinado para mí, en algún momento libre.

La Familia

Hebe Bonafini relata momento vividos con sus hijos. Cuenta la primera vez que Alejandra le pidió “que le acariciara la espalda, así se le pasaba el dolor de estómago que la tenia mal. ¿Será verdad que se le pasa el dolor cuando le acaricio la espalda?”. Evoca la infancia de sus hijos, los días de lluvia de invierno, rabona en casa y torta frita. “En mi familia se vivía de una manera... El dinero que ganábamos lo poníamos en una cajita. Íbamos sacando lo que hacia falta: zapatos para Jorge, un pantalón para Raúl...El dinero era de todos”.
“Cuando Hebe llegó ala cárcel –interviene Sergio- fue como conocer a un prócer (risas). Después seguí descubriendo que ahí donde estaba esa mujer gritando sola, enfrentando a todos, había una mamá que con infinita ternura podía percibirme como a un ser humano. Bueno, a veces me pega, me maltrata (más risas).”
Cuando se llevaron a Jorge y Raúl, los hijos de Bonafini, ella pensó que de no haberlos criado tan apegados hubieran sufrido menos. Tiempo después recibió noticias a través de un abogado que había estado en cautiverio con los hermanos, por se parado. El hombre no demoró en descubrir el parentesco, porque hablaban de la misma familia, de las mismas cosas, con igual intensidad. “La cárcel te obliga a estar en guardia permanente”, dice Schoklender. “Aprendés a tener siempre una pared atrás, a no dar la espalda. A conocer lo que hay a tu alrededor y saber, que puede ser usado como arma por vos o en tu contra. Con inteligencia y capacidad se hacen edificios, diques y represas, pero para construir relaciones humanas sólo podes hacerlo a partir del afecto recibido y de tu propias vivencias.”

El archivo, el futuro

Schoklender esta informatizando el archivo de las Madres. “Nunca pensé que tuvieran tanta información, así que el primer paso será microfilmar el material completo y después sistematizar todo, el proyecto ya esta presentado y los fondos para comprar las maquinarias los aporta el parlamento europeo. Allí trabaja. Y así describe su nueva casa:
“Tengo la sensación de un lugar donde puedo estar un poco en paz. Sentarme, cerrar los ojos y reclinar el cabeza hacia atrás relajado, con la certeza de estar cuidado y poder bajar la guardia. Voy a seguir acompañando a mi hermano Pablo. A preservar este espacio familiar que adquiere tanta importancia para mí y con mi trabajo para las Madres. Del problema carcelario no podré desvincularme. Seguramente voy a matricularme de abogado para dar una mano en todo lo que pueda.
-El Obispo De Nevares, a quien conocías de cerca decía que “la verdad nos hará libres “, ¿cómo te resuena esta frase?
-Yo creo que muchos se quedaron pegados a la verdad de la causa. Y la verdad más importante es estar con la gente que sufre.

 

Que hay en el archivo
“Sergio se ocupa del archivo exclusivamente, no integra ninguna comisión de la organización, más allá de solidarizarse con nosotras, o participar de una marcha cuando recupere la libertad”, dice Hebe Bonafini.

Y recuerda que paso más de catorce años en prisión. Allí estudió psicología, sociología, se recibió de abogado y actualmente es investigador becario de la Universidad Nacional de Buenos Aires en temas de informática. “Que trabajara para las Madres fue una necesidad mutua. Al principio diagramó volantes y la agenda. El material disponible es vasto. Tenemos inclusive informes de organismos internacionales de Derechos Humanos, boletines de todo el mundo, obras de teatro, tesis, poemarios, películas y canciones”
-¿Quiénes colaboran con él?
-Por hora trabaja solo, más adelante convocaremos a jóvenes capacitados en informática que quieran colaborar. Cualquier persona del mundo podrá consultar el archivo.
-¿Reciben consultas de otros países?
-Recibimos consultas desde cualquier parte del mundo, particulares, instituciones y profesionales. Les enviamos lo que podemos, y de los resultados de esos trabajos tenemos ejemplares.

Piedra en el engranaje
“Los Centros son un lugar donde el saber - y por lo tanto el poder- cambia de lugar” dice Schoklender.

“En 1991, un grupo de presos fundamos el CUD (Centro Universitario Devoto), luego en la cárcel de Caseros surge el CINAP (Centro de Informática Aplicada de la Universidad de Buenos Aires, como un nuevo espacio de resistencia, cuando algunos presos decidimos defender nuestra dignidad como personas.” El efecto fue multiplicador; se construyeron otros de similares características en Olmos Sierra Chica, Bahía, Mercedes y en la cárcel de Mujeres de Ezeiza. “Se crearon como espacios optativos para resistir lo que vivimos, para traer el afuera aquí, como testigo de lo que está pasando. Las cárceles son un fiel reflejo de esta sociedad y del modelo económico y político que estamos padeciendo. Un correlato de lo que son los hospitales, los hospicios, los asilos.”
-En que estado se encuentra el sistema carcelario?
-El sistema atraviesa por un momento de acumulación, de explosión de la población carcelaria. Plantearnos la posibilidad de un mundo con una sociedad cada vez más egoísta y aislada, por un lado, y por otro cárceles con presos que estudian, se reciben y se resocializan, es un disparate. Pero aunque nadie se recibiera y los que salieran volvieran a delinquir y a caer presos, la experiencia es válida de todos modos.
-¿Por qué la reacción negativa del sistema carcelario?
-Durante las horas de estudio, se cuestiona el poder y el discurso del sistema. Los Centros son una piedra dentro del engranaje, por eso molestan tanto.
-¿Hay experiencias similares en otras cárceles del mundo?
-Sólo impulsadas desde arriba con un gran apoyo institucional, existen casos comparables en Estados Unidos o Francia. Experiencias cercanas a la nuestra se dan en algunos espacios de resistencia y de autogestión de los presos vascos en España, pero con un componente político muy fuerte

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