LA
METAFORA DEL AGUA
Cientos
de mitos, hechos y representaciones sobre el agua están
presentes
alrededor de nosotros. El agua nos acompaña desde el principio
de los
tiempos y desde el inicio de nuestras vidas con sus bondades, miedos,
desafíos, sobresaltos y presencias. No sólo sabemos
que “el agua es
vida”,
sino también convivimos con “el agua hasta el cuello”
y a veces “las
aguas
bajan turbias”.
El
agua es la presencia de la naturaleza con sus arrebatos, fuerzas
sorprendentes e incontenibles, lo no “previsible” y por
ende aquello
que nos
“amenaza”. La historia de la humanidad nos muestra como
las personas
temen
ser sorprendidas por la naturaleza. Varones y mujeres prefieren prever
las
catástrofes a sufrir un desastre inesperado. Diques, represas,
reservorios,
tanques, canales, lagos ... fueron (son) intentos por controlar y
regular
Para
ello no dejarán de crear y buscar culpables, chivos emisarios,
responsables y causantes de esos fenómenos, la mayoría
de las veces
“afuera”
, “en los otros”, “los extraños”, o
en “fuerzas ocultas”. Religiones
varias,
tanto las mágicas como las científicas, las tolerantes
como las
intransigentes, las racionales como las irracionales desarrollarán
sus
mitologías y explicaciones sea para legitimar las clases dominantes,
sea
para compensar a los menos pudientes; sea como opio, sea como grito
de
la
criatura oprimida.
Sequías
e inundaciones con sus secuelas de hambre, epidemias y
sufrimientos
colectivos no son simples cataclismos naturales sino que cada vez
más
forman
parte de nuestras realidades cotidianas como consecuencia de la
expansión
capitalista. El ritmo de la expansión colonial en África,
América
Latina y
Asia a fines del XIX responde con una “extraña regularidad”
a la de las
catástrofes naturales y epidemias. Los treinta millones de
campesinos
que
murieron en las hambrunas del Tercer Mundo en esos años coinciden
con
el
avance de las fronteras de la revolución industrial y la incorporación
al
“sistema-mundo moderno”. Como evoca Karl Polanyi en su
libro “La Gran
transformación” (1944): “la fuente real de las
hambrunas de los últimos
50
años es el mercado libre de cereales, combinado con una falta
local de
bienes”. ¿Cómo no recordar el circulo vicioso
que relaciona la falta o
exceso de agua con los movimientos de precios, por la intermediación
de
la
“mano invisible del mercado?” ¿Cómo no escandalizarse
cuando leemos en
la
misma página de un diario que hay decenas de muertos por una
inundación
ante
la falta de obras de infraestructura y que millones de dólares
se
envían
para pagar la deuda externa? ¿Acaso la noticia de la muerte
de más de
3000
ancianos deshidratados – una vez más la falta de agua-
por abandono
social y
estatal en Francia ante la ola de calor no fue acompañada con
otra que
explicaba como ese mismo fenómeno climático favorecería
a las empresas
y los
precios agrícolas en Argentina?
El
potencial arrollador del agua castiga a los vecinos de Belgrano,
Núñez y
la Boca en la ciudad de Buenos Aires. Las lluvias y desbordes inundan
barrios ricos y pobres. Sin embargo los recursos y bienes de unos
y
otros
para reparar esos daños no son iguales. La desigualdad y el
empobrecimiento
producido en una sociedad donde la distribución de la riqueza
entre el
10%
más pobre y el 10% más rico pasó de 15 a 1 en
los 70, a casi 39 a 1 en
el
siglo XXI, pone en evidencia que no todos tenemos las mismas
posibilidades.
Y esa distribución desigual no fue fruto de cataclismos o fenómenos
naturales sino de modelos de acumulación social y económica
neoliberales
acompañados por una justicia adicta y llevados adelante por
gobiernos
locales con apoyos internacionales
“Derramar”,
“desbordar”, “filtrar”, “inundar”,
“gotear”, “salpicar”,
“naufragar” no son sólo alusiones al agua sino
están presentes a la
hora de
analizar lo que estamos viviendo. Esta situación de “fluidez”
en las
relaciones sociales ha llevado a otro investigador, Zygmunt Bauman
(1992) a
designar la época que vivimos con el nombre de “Modernidad
líquida”.
Afirma
allí: “la fluidez o la liquidez son las metáforas
adecuadas para
aprehender
la naturaleza actual -en muchos sentido nueva- de la historia de la
modernidad... ¿acaso “derretir los sólidos”
no fue siempre su principal
pasatiempo y su mayor logro? En otras palabras, ¿acaso la modernidad
no
ha
sido fluida desde el principio?”
Derretir
los sólidos, he aquí el sentido último de las
actuales
transformaciones de un capitalismo salvaje que a fin de aumentar
ganancias y
lucros busca “derretir” estados de bienestar, organizaciones
sociales,
derechos de los ciudadanos, resistencias varias, a partir de la
dominación,
explotación, crecimiento de la pobreza y la desocupación
a escala
planetaria. Los dueños del poder aparecen cada vez más
lejos y difusos:
“En
la etapa fluida de la modernidad la mayoría sedentaria es gobernada
por
una
elite nómada y extraterritorial”.
Transformar
los sólidos sin que se conviertan en fluidez pasajera,
desechable, a merced de un mercado cada vez más voraz y hegemónico...
Necesidad de dar cuenta de la tensión entre lo sólido,
que al conservar
su
forma desafía al tiempo y resiste, pero puede también
inmovilizar y lo
líquido, que al ser amorfo y de continuo fluir, transforma
a cada
instante
los espacios abriendo el campo a la creatividad, pero con la
posibilidad de
disolver memorias, vínculos e historias.
Las
múltiples y variadas metáforas del agua están
presentes en esta
nueva
muestra de Jorge González Perrín. Su intento de caminar
sobre las aguas
sintetiza nuestra historia reciente. Allí están los
miles de detenidos
desaparecidos ahogados por y con el terrorismo de Estado; las miles
de
víctimas de la marea neoliberal que arrasó con todo
tipo de defensas
laborales, sociales y éticas; los millones de pobres que pueblan
hoy
nuestro
país y las últimas inundaciones en Santa Fe que arrasaron
con sus
pertenencias y con su dignidad.
La
voluntad de transformar los sólidos y el reconocimiento de
la
vitalidad
que genera el agua están también en la obra de Gonzaléz
Perrín. Sus
dibujos
nos recuerdan el Parque de la Memoria de las víctimas de la
dictadura
militar a orillas del Río de la Plata; los nuevos y viejos
movimientos
sociales que resisten y luchan por crear otras permanencias con
justicia
social, memorias, identidades, pluralidades y utopías en democracia
y,
sobre
todo, los sólidos sueños que brotan de la terquedad,
solidaridad y
empeño de
miles y miles de mujeres y varones que al no aceptar esta modernidad
líquida que nos domina individual y socialmente siguen testimoniando
que
más allá de las correntadas, el futuro es una aventura
incierta,
abierta,
posible, placentera...
Dr. Fortunato Mallimaci
Profesor UBA – Investigador CONICET