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Intervención de Luis en la Asamblea Legislativa del 22 de diciembre de 2001 (son los treinta minutos acordados para los bloques)

Sr. Presidente (Maqueda). —Tiene la palabra el señor diputado Zamora.

Sr. senador Alfonsín. — Pido la palabra para una interrupción.

Sr. Presidente (Maqueda). — Señor diputado Zamora: el señor senador Alfonsín le solicita una interrupción,  ¿Se la concede?

Sr. diputado Zamora. — Sí, señor presidente.

Sr. senador Alfonsín. — Simplemente para mencionar unas pocas palabras, porque me acabo de enterar de que he sido aludido por la señora diputada por la Capital Federal.

            Cuando señalé la necesidad de que no podía considerarse posible el episodio del Senado, dije que si era cierto yo renunciaba cuando se lo probara. Pero no se lo probó. ¡Y mucho menos tengo operadores en la política! De ninguna manera.

            Quiero manifestar lo siguiente: siempre he cumplido con mi palabra empeñada; y en estos momentos tampoco dije que debíamos renunciar. Mencioné que si no nos creemos con la responsabilidad suficiente como para cumplir con la Constitución, es mejor que renunciemos.

Sr. Presidente (Maqueda). —Tiene la palabra el señor diputado Zamora.

Sr. Zamora.—  Presidente: este debate tiene un profundo contenido de ilegitimidad, de inconstitucionalidad y una profunda orientación contra el país. Por lo tanto, sus consecuencias serán acentuar las angustias y las difíciles condiciones de vida que tiene hoy el pueblo argentino; que se le imponen al pueblo argentino.

            Se ha mencionado —con razón— que no es este debate el resultado de una gestión que abortó, que terminó siendo expulsada por la acción de la población, sino que es resultado de un proceso mucho más largo. Se hablaron de 25 años desde ese proceso de movilización muy importante que fue el "Rodrigazo", de características muy distintas a las que vivimos en estos días, que derivó en el golpe militar cuando los grupos económicos y los Estados Unidos decidieron que la oposición popular, y obrera fundamentalmente, era muy fuerte y se necesitaba un gobierno más fuerte todavía.

            Para implementar ese plan económico, abrir la economía, desregular, privatizar, reducir y arrancar las conquistas laborales de todo un siglo, se cometió un genocidio. Pero eso implicaba algo más; implicaba lo que algunos llaman "abrir la argentina al mundo" y otros llamamos “meternos el mundo de la barbarie capitalista dentro de nuestro país para saquearnos todo”.

            Sin ese marco es imposible analizar lo que está ocurriendo hoy con las instituciones, con el sistema económico y con la población, porque es ese mundo de barbarie capitalista el que tenemos como desafío confrontar como pueblo y como país.

            La globalización capitalista nos dejó afuera. Dejó afuera a sectores muy importantes de  pueblos enteros. Son los excluidos, como se los ha denominado. Pero ha hecho mucho más: excluyó a países enteros y Argentina es uno de las decenas de países que han quedado afuera del mundo diseñado por los Estados Unidos en defensa de esas 500 grandes empresas que hoy controlan el mercado capitalista.

            Por supuesto que esto fue planificado con precisión por los grupos económicos que dieron el golpe de Estado y por los Estados Unidos que lo respaldaron. Luego, cuando la resistencia que fue creciendo minó la acción dictatorial y se logró elegir a los gobiernos mediante el voto, este proceso fue continuado por los gobiernos surgidos mediante el voto, pero financiado por los mismos grupos económicos y con la ideología dominante que difundía por el mundo los Estados Unidos. El mayor crimen de los gobiernos que sucedieron a la dictadura militar fue continuar esa política engañando a la población, diciendo que se abría un cambio.

            Recuerdo cuando Canitrot dijo que el Plan Austral lo conoció antes el Fondo Monetario que el pueblo argentino. Se consultaba todo allá. Ese Plan Austral que duró tres o cuatro meses, pero que despertó muchas expectativas, fue hecho en Washington. Después de esas idas y venidas de la gestión Grinspun en 1985 se dijo: “Continuamos con el plan de la dictadura militar y de Martínez de Hoz.”.

            Despues vino "Semana Santa", quizás el hito más importante de los que abrieron la brecha que hoy separa las instituciones de la población. Fue una herida de muerte en la confianza de la población en las instituciones, porque no hay nada que defraude y estafe más a un pueblo que se moviliza creyendo en sus dirigentes que el hecho de que estos usen esa movilización para entregarle la victoria a aquellos contra los cuales se habían movilizado.

            ¡Aquí se mencionó "Semana Santa" y el balcón! Eso fue infame.¡Infame! Como lo denominó Hebe de Bonafini.

            Los que estuvimos el domingo a la mañana en la Casa Rosada cuando se nos propuso firmar ese acta para acompañar al gobierno, para que fuera a ver a Rico, nos dimos cuenta de que se rendía a Rico y se entregaba al pueblo que había llamado a movilizarse, porque lo había llamado a movilizarse  para usarlo. Porque entre el pueblo y la insurrección de los "carapintadas" se optó por sostener las estructuras militares y no por cumplir con el pueblo que lo había llevado al gobierno.

            Pero no fue solo responsabilidad de Alfonsín, quien tuvo la responsabilidad fundamental con el engaño de las "Felices Pascuas", sino que como lo acaban de decir, el justicialismo lo acompañó, al igual que la CGT, la Sociedad Rural, los grupos económicos y la embajada norteamericana. Felipe González le dijo a Alfonsín: “Dejate de locuras; terminá con este juicio a los militares y toda esta cosa.”. Ese fue un punto fundamental en la brecha.

            A de la Rúa podemos decirle muchísimas cosas, pero esta historia viene de mucho antes. La palabra decisiva y determinante era la del embajador de los Estados Unidos, a donde los integrantes de los partidos mayoritarios van mucho más seguido que a este recinto.

            No era un tema menor, no era cualquier decisión. Era si los que asesinaron a miles y miles de luchadores quedaban impunes o no; y no sólo impunes sino integrando las fuerzas armadas. Ahí empezó a caer el gobierno de Alfonsín.

            Y el menemismo, el salariazo, la revolución productiva. ¿Recuerdan? Menem y Duhalde escribieron un libro; ni siquiera fueron discursos en donde la euforia prima sobre la cordura en una tribuna electoral. Menem y Duhalde escribieron que iban a imponer una moratoria de cinco años. Yo se los leí en 1989 durante mi anterior mandato. ¿Lo recordaran algunos? Hay algunas caras de aquella época que todavía están aquí.

            ¿Dónde están los cinco años de moratoria? Menem decía: “Pagar la deuda ha traído el atraso y la desocupación.”. Esa desocupación que era del 4 por ciento en 1984 y hoy está entre el 18 y 20 por ciento según las estadísticas oficiales. El 30 por ciento de la población activa tiene problemas de trabajo. ¿A qué se debió? ¿A la idiotez de los argentinos? ¿A que no quieren laburar? ¿A qué se debió todo eso? ¿Quién se llevó los puestos de trabajo? Fueron los mismos que se llevaron a la Argentina. Por eso la lucha de Aerolíneas despertó tanta solidaridad, porque la mayoría del pueblo identificó en Aerolíneas Argentinas lo que le había pasado a él. Y mucho más, identificó en Aerolineas lo que le había pasado al país. Fueron todos los procesos que acumularon bronca, desilusión y que nos hicieron sentir estafados.

            Cuando el presidente Menem aumentó el número de integrantes de la Corte violentó todo lo que significaba la legalidad.  ¿Cuál fue la respuesta de los que hablan de la Constitución, de la seguridad jurídica y de la legalidad, explícitamente, para tener una Corte adicta?

            Ni se fueron los que habían nombrado los radicales. La única actitud digna fue la de Bacqué, con quien no comparto muchísimas cosas. ¡Qué actitud digna!  Dijo “No”. Como  esto era un atropello a las normas en las que creía, fue coherente y se retiró entendiendo que ese era el mejor gesto para denunciar lo que ocurría.

            ¿Pero, cuál fue la respuesta de este Parlamento ante los atropellos a la legalidad por parte del menemismo?

            Cuando Dromi vino acá y dijo: “Tenemos que arrodillarnos, somos un país arrodillado”, dijo lo que veníamos diciendo nosotros desde hacía muchos años. Lo dijo delante de ustedes y es uno de ustedes. ¿Qué hicieron? Sacaron las cintas grabadas, para que  salieran en los diarios.

            ¿Esa era la oposición que hacía el radicalismo a lo que hacía el menemismo? ¡Vamos...! ¿Ustedes creen que el pueblo no percibía todas estas cosas?

            Lo que dijo Dromi ese día fue una confesión de lo que venían haciendo los gobiernos militares, radicales y de lo que en ese momento estaba haciendo el menemismo. Y todos ustedes “se lo tragaron todo”.

            Dromi también dijo: “Tenemos que ser serviles, acatar  todo; no tenemos ningún poder de decisión soberana nacional”. Estaba diciendo “no somos un país”. Pero a ese gobierno lo había elegido el pueblo, no Washington. ¿Y se extrañan de que el pueblo, entonces, haya continuado un proceso de distanciamiento?

            Después vinieron con el Brady y la deuda externa. ¿Se acuerdan de la deuda externa, de los locos que pedían el no pago de la deuda externa?¿Recuerdan al viejo MAS y tantas cosas que reivindico de esa época? Nos decían “Ustedes son unos locos. ¿La deuda externa? Se puede pagar y crecer”, como me contestaba Alfonsín por los diarios. Decían “se puede pagar y crecer; la deuda externa no es el problema. Si recurrimos al Acuerdo de Cartagena, aquí y allá, y nos juntamos algunos gobiernos, el problema se arregla”.

            ¿Suspender los pagos de la deuda externa? ¿“Me reclaman a mí, dijo el ex presidente Alfonsín, lo que no le piden a nadie?” Exactamente: había cambiado el mundo!.

            Ahora aparecen dirigentes radicales —no sé de donde— diciendo que vienen peleando y cuestionando el pago de la deuda externa. ¿Dónde estaban en esa época? ¿Dónde estaba el senador Terragno, entonces ministro de Alfonsín y quien dio la ideología de las privatizaciones para pagar deuda y cumplir con las exigencias del ajuste?

            La memoria colectiva tiene sus idas y vueltas; la gente hoy vive sus propios problemas y no puede estar haciendo análisis políticos todos los días. Pero perciben. Perciben. Perciben que cada vez se los dejaba más de lado, y que cada vez se los defraudaba más.

            ¡Alsogaray...! ¿Ustedes, se acuerdan que pusieron a Alsogaray en el gobierno? Los luchadores de la justicia social. Al padre y encima a la hija! (Aplausos en las bancas).

            Y recibieron al Almirante Rojas como  un personaje ilustre, cuando fue el responsable de la revolución fusiladora del '55.

Varios señores senadores y diputados.— ¿Y eso qué tiene que ver...?

Sr. diputado Zamora.— ¿Ustedes creen que esto no tiene nada que ver?

            Si Duhalde ha sacado el 21 por ciento de los votos del padrón, ¿qué representación popular tiene para levantar la mano en nombre de la provincia de Buenos Aires?¿Qué representación tiene Alfonsín para levantar la mano cuando obtuvo el 8 por ciento del padrón? Entre los dos suman menos del 30 por ciento. El 70 por ciento no los votó. ¿Cuál es la representación popular que tienen? No tienen representación popular. El 70 por ciento se la negó. Con la maniobra del 94 computan los votos en blanco, ¿pero por qué? ¿No son seres humanos, no son ciudadanos los que votan de otra forma?

—Murmullos en las bancas

Sr. Presidente (Maqueda). — Silencio, por favor.  Les pido que escuchemos y respetemos al orador.

Sr. diputado Zamora. — El Pacto de Olivos fue el otro salto junto a Semana Santa.

            Después de meses de decir que no le iban a dar la reelección a Menem, presionaron los banqueros y los grupos económicos y se dijo que se ponía en juego la política económica. La Embajada de los Estados Unidos se expidió públicamente haciendo un llamado al radicalismo, en aras de defender ese plan económico que destruía a la Argentina, que succionaba las riquezas para mandarlas al exterior. Así, firman el Pacto de Olivos “porque el loco de Menem va a tironear y va a poner en juego el propio plan económico”. Se decía esto, entre otras razones, porque precisamente le tenían mucha más confianza a Menem, que tenía más fuerza política, para defender sus intereses. Además, contaba con el acompañamiento de la C.G.T., que le hizo varios paros a Alfonsín —me parece excelente que le haya trabado el gobierno a Alfonsín—. Suerte que de alguna manera se lo trabó, porque si no hubiera sido mucho peor. Lástima que después no se lo trabó a Menem.

Sr. senador Maestro. — ¡Está fuera de cuestión, señor presidente!

Sr. Presidente (Maqueda). — Perdón...

Sr. diputado Zamora.— Sí, cómo no.

Sr. Presidente (Maqueda).— ¿El senador Maestro pide la palabra?

Sr. diputado Zamora. — Si me permite, voy a terminar.

Sr. Presidente (Maqueda).— ¿Es para una interrupción?

Sr. senador Maestro.— Sí.

Sr. diputado Zamora.— Le pido disculpas pero los radicales tienen muchos legisladores y van a poder contestarme a través de muchas intervenciones. Digo esto por si desea la interrupción para contestarme.

            Y el Plan Brady? El Plan Brady es parte de este doble discurso: “La deuda externa no se puede dejar de pagar porque estos atorrantes después vienen y nos tiran la bomba atómica”. Entonces, fíjense: decimos “qué inmorales que son porque para dar trabajo a nuestros desempleados o pagar jubilaciones dignas no podemos dejar de pagar  porque si tomamos esa actitud humana, el mundo incivilizado y de barbarie del capitalismo, nos aislaría, tomaría medidas, habria represalias, nos dejaría sin medicamentos”. Se dice esto junto con otras tantas cosas terroríficas que se utilizan en los discursos contra los que proponemos esto. Está bien, son gente seria, científica y quieren evitar males mayores. Admito esto, pero luego, a semejantes inmorales, los condecoraron. Por ejemplo, cuando Brady vino a la Argentina le dieron la condecoración de la Orden del Libertador San Martín.

¿Ustedes piensan lo que diría San Martín? Yo no diría lo que San Martín haría hoy porque no pretendería arrogarme eso pero sé lo que hizo en su época y que si se por algo se lo reivindica es por no bajarse los pantalones para que cuanto más se los bajara más le exigieran que quedara directamente como Adán y Eva. Esto es lo que han hecho los gobernantes argentinos.

            Ahora, llegamos a de la Rúa. En las elecciones de 1995, el radicalismo sacó —no recuerdo bien—, el 17 ó 19 por ciento de los votos. Era un partido muy deteriorado por todo lo que he relatado y todo lo que se podría agregar. ¿Qué pasó que llego a la Presidencia? Hubo toda una corriente progresista que se integró en el Frepaso y que se postuló para acabar con el bipartidismo, que despertó enormes expectativas en muchos sectores progresistas que querían cambios, quizás no cambios radicales como los que proponemos nosotros, pero sí cambios...

Sra. senadora Perceval. — Pido una interrupción.

Sr. Presidente (Maqueda). — Señor diputado, le pide una interrupción la señora senadora.

Sr. diputado Zamora. — Le pido disculpas, pero no se la otorgo. Le solicito a todos aquellos que me pidan una interrupción que me dejen concluir.

Sr. Presidente (Maqueda). — No se la concede, señora senadora.

Sra. senadora Perceval. — Muchas gracias, señor diputado.

Sr. diputado Zamora. —  La verdad es que el Frepaso “levantó un cadáver”. Esa es la verdad. Puso en la Casa Rosada a un partido político que no tenía ninguna posibilidad. Esto es muy grave, porque ¿saben qué pasó? Significó una desilusión y una frustración para muchísimos luchadores, para  gente honesta que quería avanzar con cambios. A lo mejor, tenían más razón ellos que nosotros, que planteábamos cambios más radicales mientras ellos pedían cambios más pausados, más graduales.

            ¡Cuánta gente se desilusionó cuando vio que el que iba a encabezar el proceso de cambio era una de las patas del bipartidismo con el cual había nacido  para combatirlo! Y encima, el que lo encabezaba tenía cuarenta años dentro de la política argentina.

            ¿Quién se podía sorprender de lo que iba a hacer de la Rúa? La historia de de la Rúa puede haberla ignorado algún ciudadano que no lo siguió muy de cerca, pero no la dirigencia política. La responsablidad de los que integraron el Frepaso en lavarle la cara al radicalismo y llevarlo al gobierno es muy grande, en esta brecha que se siguió acentuando entre la dirigencia política y la población.

            En cuanto a lo que hizo de la Rúa, por supuesto, debemos mencionar los ajustes, la baja de salarios, el aumento de los impuestos a la clase medía; en fin, la continuidad de la política económica, los pagos de la deuda externa como la prioridad del presupuesto argentino, el pacto con la Corte Suprema para liberar al ex presidente Menem, con participación activa de dirigentes radicales. El presidente Alfonsín hizo una campaña sistemática por los medios para decir que...

Sr. senador Alfonsín. — ¡Está faltando a la verdad!

Sr. diputado Zamora. — Muy bien, pida la palabra.

Sr. Presidente (Maqueda). — Por favor, senador Alfonsín, respetemos al orador.

Sr. diputado Zamora. — ¡Cuando yo pretendía hablar, usted me la negaba siempre! ¡Cuando yo le pedí una entrevista, usted nunca me recibió...!

Sr. senador Alfonsín.— ¡Por favor...!

Sr. Presidente (Maqueda). — Por favor, diputado Zamora, no personalice y diríjase a la Presidencia.

Sr. diputado Zamora. — Lo que pasa es que son cosas duras. Son veinticinco años de luchas duras contra todo esto. Cuando vino Bush a la Argentina y yo pretendí hacer uso de la palabra para dar una opinión diferente al hecho de que este Congreso homenajeara al presidente Bush, enemigo de los intereses del pueblo argentino, se me negó el uso de la palabra. No se aplicó este Reglamento del siglo antepasado que están aplicando ustedes, que dice que tenemos quince minutos en asambleas legislativas para hacer uso de la palabra. El presidente Duhalde, que presidía la asamblea, me dijo que no tenía derecho a la palabra. Quiere decir que ustedes reflotaron esto para su propia conveniencia. Cuando yo pedí la palabra en esa asamblea legislativa me la negaron porque decían que no correspondía. Son cosas duras.

            ¿O el bloque justicialista no se acuerda cuando yo hablaba, que se paraban a insultarme y a abuchearme y Pierri me sacaba el sonido? ¡Caramba! ¡Y el radicalismo se callaba la boca! Nunca se levantó ninguno a decir: "Tiene derecho a hablar porque es un diputado igual que nosotros, con los mismos derechos y obligaciones".

            Por eso, no todos fuimos lo mismo. No sé qué diputado lo dijo. No fuimos lo mismo. Porque a nosotros se nos contestaba que eramos unos locos con el tema de la deuda externa, en debates con Brodersohn, con Sourrouille, con Canitrot, con todo el equipo. Se nos decía que íbamos a agravar los problemas del país; que íbamos a  llevar al 10 por ciento la desocupación si se suspendían los pagos de la deuda.

            Nosotros nos fuimos de la Plaza de Mayo en Semana Santa. Repito: no todos fuimos lo mismo. En cuanto Alfonsín dijo que viajaba a Campo de Mayo, nosotros dijimos: "Nos vamos. Se rinde". Dos meses después salió la Ley de Obediencia Debida. Y parte del justicialismo dio quórum. Votó en contra pero dio quórum para que se sancionara la ley, con esas trampas que se suelen hacer acá, como decir "yo no voté la ley". Entonces hay que mirar la lista para ver quién dio quórum, y descubrir que hay tres o cuatro, lo suficiente para que haya quórum. Esta es una historia larga y donde no todos fuimos iguales.

            Por ejemplo, cuando discutíamos el régimen político. ¿Ustedes se acuerdan cuando me quisieron echar? Muchos están acá. Porque yo planteé que los legisladores se estaban aumentando los ingresos aprovechando un aumento en los gastos reservados. La dieta seguía nominal, pero ustedes sacaban de un aumento de los gastos reservados y lo repartían como ingreso para cada diputado. Y el único diputado que dijo "a mí no me involucra la denuncia de Zamora" fue Fescina, del Partido Federal. Todos —radicalismo y justicialismo— lo hicieron. También el "Grupo de los Ocho", con "Chacho" Álvarez y Juan Pablo Cafiero. Todos cobraron ese aumento irregular de sus ingresos, porque no lo hicieron mediante un aumento de sus dietas. Pero yo entonces pasé de denunciante a denunciado. Y creo que, por única vez en todos esos años, se constituyó la cámara en comisión para ver qué medida se aplicaba: si me echaban, si me suspendían; qué me hacían. Y ya la última era fusilarme en la Plaza de Mayo...

            Entonces, no somos todos lo mismo frente al desprestigio de las instituciones y de la dirigencia política. Para no hablar del Pacto de Olivos, donde la única actitud digna la tuvo Monseñor De Nevares. Porque el resultado electoral de la Convención Constituyente fue que la mayoría de la población no apoyó la reforma. Si se suman las abstenciones, los votos anulados, los impugnados y los que votaron en contra de la reforma, superaron a los dos partidos que proponían la reforma, el Núcleo de Coincidencias Básicas. Y por eso, De Nevares se paró y se retiró. Esa fue la única actitud digna en el Paraninfo de Santa Fe.

Sr. Presidente (Maqueda). — Perdón, señor diputado, simplemente debo avisarle que del tiempo del bloque, que usted está usando. Le quedan cinco minutos.

Sr. diputado Zamora. — Muchas gracias, señor presidente. Le rogaría que considere el acuerdo que había, según el cual se iba a tener una cierta contemplación con los discursos de los bloques. Pero, de cualquier forma, trataré de terminar en el menor tiempo posible.

            Decía entonces que transformaron en Constitución algo que la población mayoritariamente no había apoyado. Esa Constitución también es ilegítima. No sólo porque fue un toma y daca —"Saquen dos ministros de la Corte, denme un senador más y entonces les damos la reelección"—. Y metiendo las convenciones de derechos humanos como para darle algún caríz democrático.

            Esta pueblada que acaba de ocurrir tiene características únicas. Yo no encuentro en la historia argentina un antecedente de este tipo, ni siquiera el del 17 de octubre, con la importancia que tuvo, juzgado objetivamente. Porque ahí había un referente, un líder; estaba preso, pero había un líder. Hubo organización; se preparó. Tuvo mucha fuerza, tuvo muchas cosas que no tuvo esta. En ésta hubo una cosa diferente: la población recuperó el poder que en la democracia representativa delega a los representantes; lo recuperó. No vino al Congreso a decir: "Echen a de la Rúa". Salió a la calle a echarlo. O sea, asumió que tenía que hacer política; que no es cuestión de criticar a los políticos solamente —aunque es muy bueno y muy legítimo hacerlo—. Por lo tanto, eso significó decir: "No podemos dejar en manos de los que criticamos la solución de los problemas colectivos". Eso es hacer política. La población tiene que hacer política y la hizo. Salió a hacer política colectivamente, porque eso fue bien democrático. Y le costó a elementos autoritarios meterse en eso; sean de donde fueren.

            Esa pueblada extraordinaria queda como una memoria con respecto a todo eso que se le decía: "Y, pero si el pueblo no se organiza..." "Si el pueblo no tiene dirigentes..." Si el pueblo se autodetermina tiene una fuerza impresionante. Y el miércoles a la noche lo demostró. Después, el pueblo resistió la represión, con una actitud criminal, asesina y homicida del Gobierno de de la Rúa, que para mantenerse unas horas intentó negociar con quien no quería negociar porque lo quería dejar sólo frente a la población.

            Pero de esa represión, ustedes recordarán, también son responsables. No pueden hablar de los 24, 27 ó 30 muertos. Yo inicié aquí el debate el día en que se discutió la supresión de los superpoderes, refiriéndome a que se estaba dictando el Estado de sitio. Y con las maniobras habituales que tienen acá, nos dijeron que esos eran rumores de los diarios, que había que confirmarlo, que en la Cámara no podían discutirse cosas que no eran oficiales. Yo les dije entonces que se estaba decretando. El bloque justicialista propuso pasar a cuarto intermedio para que el presidente averiguara si había un decreto, en cuyo caso lo trasladaría aquí para debatirlo. Y el bloque justicialista hasta adelantó que iba a votar en contra. Hubo otros que, por supuesto, también acompañaron este planteo. Yo insistí, porque por la experiencia que tenemos muchos, me daba cuenta de que esa era una maniobra para sacarnos del recinto y no volver más. Todavía estamos en cuarto intermedio de esa sesión. Estamos esperando que el presidente nos diga si averiguó algo en la Casa Rosada. Era una llamada telefónica de un minuto —como cuando ustedes quieren— con los diputados en las bancas. ¿Cuántos cuartos intermedios se hacen con los diputados en las bancas? Eso era para levantarnos. Pero eso significó que al día siguiente la población se enfrentó sola frente a la barbarie represiva del gobierno, que encima era...

Sr. Presidente (Maqueda). — Señor diputado: siento decirle que su tiempo ha terminado.

Sr. diputado Zamora. — ¿Puedo pedir, entonces, una pequeña prórroga?

Sr. Presidente (Maqueda). — Al final, los presidentes de bloque van a poder redondear sus expresiones.

Sr. diputado Zamora. — Si me permite redondear... Habíamos quedado en eso, señor presidente, no sé si recuerda.

Sr. Presidente (Maqueda). — Habíamos quedado en que, al final, los presidentes de bloque iban a poder hablar cinco minutos para redondear.

Sr. diputado Zamora. — Y que íbamos a ser elásticos en los plazos...

Sr. Presidente (Maqueda). — Hemos sido elásticos con usted. Cinco minutos más.

Sr. diputado Zamora. — ¿Me da cinco minutos más?

Sr. Presidente (Maqueda). — No. Cinco minutos más le hemos dado.

Sr. diputado Zamora. — Bueno, yo le pido cinco minutos.

Sr. Presidente (Maqueda). — No, no le puedo dar cinco minutos. Le doy un minuto para que redondee.

Sr. diputado Zamora. — Bueno. Estimo que si lo que yo dijera fuera de su agrado, me daría más.

Sr. Presidente (Maqueda). — Se equivoca.

Sr. diputado Zamora. — Me parece que no.

            Eso significó que la mayoría de ustedes que tienen cara conocida no puedan caminar frente a la población. ¡Miren qué representantes del pueblo son que no pueden caminar ante una mayoría de población espontánea, pacífica! Esto ocurrió. Y yo me sentí... (Manifestaciones en las bancas y en las galerías)

Sr. diputado Zamora.—Bueno, por algo no estuvieron.

            Yo tuve el gusto de estar. No fui el único. Vi a la diputada Marcela Bordenave jugarse, por ejemplo —no es de mi partido, ni de mi agrupación— al lado de Rosselli y de mí en las vallas, frente a la represión y los gases. Fuimos a denunciarlo a la Casa Rosada. Hubo otro diputado, al que no voy a mencionar, que además le pegaron por sacar a un chico de la represión que estaba haciendo la Federal.

            Entonces, para concluir, señor presidente, esta es una brecha que se ha abierto. La solución que ustedes están dando es usurpar desde las instituciones un triunfo que logró el pueblo sin ustedes y a pesar de ustedes, que avalaron las medidas represivas y el Estado de sitio; lo permitieron. Lo están usurpando, porque no tuvieron nada que ver, no pusieron el cuerpo. El gobernador Rodríguez Saá no puso el cuerpo frente a las balas, lo pusieron pibes jóvenes, trabajadores. No puso el cuerpo para lograr que se vaya de la Rúa. Lo criticaron en los medios de comunicación pero en la calle no lo hicieron. En cambio, yo sí estuve. Puedo hablar con autoridad porque estuve. (Manifestaciones en las bancas y en las galerías)

Sr. Presidente (Maqueda). — Señor diputado: terminó su tiempo.

Sr. diputado Zamora. — Lo último que quiero señalar...

Sr. Presidente (Maqueda). — Terminó su tiempo, señor diputado.

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